Eduardo García A.


Cada año, por el mes de septiembre, hierven las librerías francesas de novedades editoriales de todo tipo, y en especial novelas que, como en las justas hípicas, salen a competir por los más prestigiosos premios locales, el Goncourt, Reanudot, Fémina, Interalié, Médicis extranjero, y tantos otros de menor prestigio.
En esta ocasión casi 600 novelas salen a la palestra, lo que muestra la vitalidad de este género, porque si pensamos en todas las obras rechazadas por los editores, la cifra de historias escritas que se quedan en las gavetas de los frustrados autores sería de miles, sin contar los libros de relatos o la literatura infantil.
Esto solo se refiere al campo de la ficción, porque a esas cifras impresionantes se debe agregar la publicación de ensayos, libros de historia, economía, psicología, lingüística, sociología, política, ciencia, memorias, autoayuda, entrevistas de celebridades, reportajes y muchos géneros más.
Las clasificaciones de la gigantesca producción novelística francesa se divide en varias temáticas dominantes clasificables: primero, libros generacionales, donde los autores, por lo regular cuarentonas o cincuentones que comienzan a encanecer, cuentan los sucesos ocurridos a un grupo de amigos en su tiempo de juventud, vicio y desastre, campo en el que se destaca la terrible Virginie Despentes con su serie punk Vernon Subutex; segundo, libros donde el escritor, hombre o mujer atormentados por tragedias familiares o personales, se desnuda ante el lector y trata, con ayuda del psicoanalista o un confidente, de comprender su caída o su renacimiento de las cenizas. En este sector parten en primera fila Christine Angot y Simon Liberati con Un amor imposible y Eva, respectivamente.
El tercer grupo es el del relato de los mundos perdidos de la infancia, donde el autor idealiza o desacraliza el rastro onírico de la niñez, en alguna provincia típica del país, o en la errancia, si pertenece a una etnia perseguida o a una familia de diplomáticos o funcionarios internacionales. El cuarto sector sería una visión general de la familia a lo largo de la historia, donde se relata al estilo de Cien años de sociedad, la saga de una o varias generaciones con su largo catálogo de bisabuelos, abuelas, tíos, primos, pertenecientes a la rancia aristocracia decadente o a la burguesía, clases bajas o medias, campesinado o proletariado fabril.
Se agrega una quinta sección en la que se incluyen novelas que relatan la vida del personaje en algún lejano país de África, Asia, Medio Oriente, América, o en capitales gigantescas o tribus o pueblos extraños como los inuit, los nepaleses o los mongoles, que hacen viajar al lector sin necesidad de tomar el avión y cargar las maletas o padecer el ébola o el dengue hemorrágico. El sexto criterio de selección sería la novelística de la realidad, que cuenta o se refiere a fenómenos actuales, con un ángulo más sociológico o etnológico.
Y para terminar, figurarían otros grupos en esta taxonomía, como la novela erótica, cada vez más solicitada; la novela histórica, que recrea épocas o personajes de otros tiempos, por medio de una minuciosa investigación y la reescritura de lo ya conocido; el género de la fantasía tipo Harry Potter, y los diversos géneros policíacos o negros encabezados por Millenium u otras sagas nórdicas contemporáneas.
En la oferta hay para todos los gustos y la competencia es agitada y feroz entre las editoriales, por lo regular adscritas a grandes grupos con antenas o posiciones en los medios de comunicación necesarios para difundir y publicitar novedades.
En estos tiempos son dominantes las novelas donde el autor se desnuda y cuenta su tragedia personal de manera descarnada, en historias que frisan con el escándalo y la sordidez. Tal es es caso de Simon Liberati con su libro Eva, donde cuenta la terrible historia de Eva Ionesco, la lolita que en los años 70 era fotografiada miles de veces desnuda en todo tipo de poses por su malvada madre fotógrafa, que vendía su producto a revistas o particulares. Liberati, a su vez un atormentado personaje de la generación punk, conoció a la niña viciosa en las discotecas de moda, pero después de vivir sumido en la droga se encontró ya viejo con ella y decidieron vivir juntos para recuperarse del desastre vital mutuo. El libro es el relato de ese amor improbable y la pareja aparece por estas fechas en todos los suplementos literarios y revistas, por lo que es de agurarse un gran éxito de ventas.
A esta historia de escándalo sobre la explotación infantil se agrega Un amor imposible, otra aún más truculenta novela de la terrible escritora Christine Angot, hija natural de una mujer modesta de provincia que se enamoró de un malvado burgués, que no solo se negó a reconocer a su hija sino que la convirtió desde la adolescencia en su amante, en un cruel incesto con que aplastó dos veces a la mujer enamorada con la prepotencia que le daba la impunidad de clase. Este nuevo libro es un homenaje de la hija escritora a la pobre madre humillada, que ahora tiene 83 años de edad.
Los escandalosos libros de Angot relatan siempre las historias sexuales de su atormentada existencia, donde el varón aparece como un horrendo lobo malvado, narcisista, falocrático y perverso. Varios de sus amantes, banqueros viejos, actores, músicos, escritores, o esposas de los mismos, la han demandado públicamente por revelar esas vidas privadas, analizadas con talento por esta autora que diseca el malestar urbano contemporáneo.
He mencionado estas dos novelas como los más comentadas en esta temporada literaria de 2015, pero tras ellas hay casi 600 más, entre las cuales hay para todos los gustos. Cabe destacar el sector de novelas extranjeras en una época donde los más buscados son autores anglófonos, nórdicos, africanos, asiáticos o israelíes como David Grossman. Por estas épocas, la literatura latinoamericana, que en el siglo pasado, en los tiempos del boom, fue dominante, ya no interesa a casi nadie entre los lectores de este país, que sigue siendo una excepción literaria en el mundo. Solo basta ir en metro, bus o tren o mirar en los cafés para ver que este es, de verdad, un gran país de lectores.
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