Eduardo García A.


Nadie hubiera pensado hace unos dos años que los jóvenes rebeldes del movimiento Indignados, que llenaban plazas y calles en protesta por la austeridad y la intolerancia de la vieja clase política española bipartidista, engordada por cuatro décadas de poder, corrupción y derroche, habrían de convertirse en protagonistas de la política nacional, liderados por Pablo Iglesias, un profesor coletudo que se viste de manera informal como cualquier vecino del barrio, pero que es muy inteligente, elocuente y gran estratega.
Cuando Iglesias apareció este viernes en camisa tras entrevistarse con el rey Felipe VI para dar declaraciones que hicieron cimbrar a los medios, poderes económicos y grandes jerarcas de la rancia política hispana, sorprendió que estaba rodeado por jóvenes y mujeres sencillas, que difieren de la elegancia tradicional de los politicastros de siempre, pero que los analistas consideran muy capacitados, pues han salido de las universidades del país y están al tanto de los acontecimientos socio-políticos del momento en Europa y el mundo.
A diferencia de nuestros países, especialmente Colombia, donde la política la hacen los delfines de las diversas familias hegemónicas, designados a dedo como ministros, candidatos o diplomáticos no por sus capacidades sino por sus apellidos, López, Lleras, Santos, Gómez, Pastrana, Gaviria, Turbay, Galán, Barco, Samper, Holguín, entre otros, asombra que en la madre patria los electores han resuelto cambiar el panorama aupando a estos jóvenes profesores barbudos y coletudos a las altas esferas del poder. Iglesias y sus jóvenes asesores no son locos iluminados, sino que simplemente luchan por terminar con la corrupción y cambiar una política que siempre promete y no cumple.
En su propuesta de gobierno de coalición a los socialistas de Pedro Sánchez, Iglesias ha reiterado que quieren medidas concretas para proteger a las personas que por la gravísima crisis financiera causada por los bancos y sus tretas, perdieron sus viviendas compradas a créditos leoninos durante la burbuja inmobiliaria y que son expulsadas de sus viviendas inmisericordemente con lujo de violencia y lanzados a la indigencia y la calle con sus familias. A diferencia de los gobiernos tecnocráticos que solo protegen a los bancos y a las grandes empresas, piden que se proteja a las personas desvalidas, a los ancianos con precarias jubilaciones y que se ayude a las familias que en muchos barrios no alcanzan a pagar los servicios ni atender las mínimas necesidades en un país con una tasa de desempleo espectacular, especialmente entre los jóvenes.
Las propuestas de Iglesias y los jóvenes economistas de su partido Podemos son similares a las que llevaron al poder en Barcelona y Madrid, a mujeres líderes alternativas que salieron de los barrios y de la gente del común. En Madrid, Manuela Carmena, brillante abogada surgida de la sociedad civil, quitó a la derecha la capital española y en Barcelona la joven Ada Colau, luchadora a favor de los desvalidos y lideresa de barrio, desbancó a la vieja oligarquía catalana de la capital condal y poco después, con su movimiento En Comú Podem, ganó ampliamente las elecciones legislativas en la región.
Todos estos nuevos líderes, Iglesias, Carmena, Colau, que se replican en casi todas las regiones y ciudades del país, pertenecen a una nueva generación de políticos ecologistas, humanistas, solidarios, surgidos de las clases populares y de las universidades públicas, cuyo ideario ya no es el de los viejos catecismos izquierdistas del siglo XX, sino que es una mezcla de sueño y pragmatismo que busca medidas concretas para aliviar el dolor de los de abajo y limitar los abusos de los de arriba. También buscan poner fin a esa casta política cerrada en su arrogancia y elitismo, que se cree elegida por derecho divino y vive alejada de la calle, el barrio y de las dificultades de amas de casa, padres trabajadores, pequeños comerciantes, obreros, maestros, labriegos y de los jóvenes sin futuro golpeados ahora por la austeridad y que optan por emigrar a otros países en busca de empleo.
La foto del rey Felipe VI y del coletudo y barbudo Iglesias en el palacio de la Zarzuela el viernes, sonrientes y cómplices, muestra una evolución en la sociedad española. Tanto el líder de la derecha Mariano Rajoy, heredera del viejo franquismo, como los barones socialistas encabezados por el expresidente social-demócrata Felipe González, se han visto acotados por este nuevo liderazgo y obligados a tener en cuenta a esa gente para ellos impresentable, que hace poco consideraban irresponsables muchachos idealistas que manifestaban por un sueño imposible hasta altas horas de la madrugada y bajo la lluvia y luego eran dispersados con violencia en Madrid, Barcelona y otras capitales.
El sueño se hizo realidad y ahora más de un centenar de diputados jóvenes de estos movimientos indignados llenan las curules de congreso y tienen capacidad para ayudar a formar gobierno y exigir orientaciones y medidas concretas a favor de la sociedad civil. Entre ellos hay un alto joven canario que usa rastas y como él muchos jóvenes de Podemos que visten de manera sencilla y se niegan a usar el tradicional traje y corbata o los atuendos de marca que usan las lideresas de los partidos tradicionales, perfumadas y arrogantes y que incluso se preocupan porque pueden llegar los "piojos" al Congreso, como dijo una representante del gubernamental Partido Popular de Mariano Rajoy.
El ejemplo de España debe llegar a los países que como Colombia todavía se resisten a dejar en el pasado las castas de los delfines y los abusos del Apartheid racial. Son muchos los colombianos de la sociedad civil capacitados para asumir las riendas del país y luchar por el bien general de todos y no por perpetuar los vicios instaurados en tiempos de los virreinatos españoles por criollos engreídos que practican el clasismo, el elitismo, el consumismo a ultranza y el arribismo. Estos jóvenes de las clases medias y populares colombianas se han formado y han estudiado con esfuerzo y mérito y conocen mejor el país porque están cerca de la gente.
Ojalá algún día el congreso de Colombia no esté compuesto por vivos aupados allí por las mafias y los partidos tradicionales corruptos, maniobreros y endogámicos, sino por centenares de jóvenes que han logrado con su esfuerzo propio realizar sus estudios y no ha recibido canonjías y cargos por el solo hecho de pertenecer a la casta que gobierna Colombia desde hace siglos y se cree con el derecho de perpetuar las dinastías. El gran cambio que están operando los jóvenes españoles de abajo es un ejemplo para nosotros, porque de ahí venimos y el sueño de El Quijote de la Mancha sigue todavía vivo. Que los quijotescos jóvenes "desfacedores de entuertos" lleguen ojalá al poder un día en Colombia con un movimiento similar a Podemos y que las estirpes de los delfines desaparezcan para siempre.
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