Comenzó otro año más el cual terminará en escasos 320 días y la incertidumbre que nos rodea frente a la imperiosa necesidad de tener un aeropuerto en Palestina siquiera medianamente grande, pero ante todo que garantice la operatividad aérea de día y de noche, es inmensa.
Y digo inmensa pues en el cercano panorama no se ven posibilidades reales de que el gobierno nacional cumpla con la palabra del presidente Juan Manuel Santos quien en la pasada campaña, después de revisar el documento que contenía el informe técnico en el que se indica que esta es una obra viable, se comprometió públicamente a entregar recursos importantes que permitieran la continuidad de la nueva terminal aérea.
Además, la suerte no parece estar de nuestro lado pues todo se ha ido dando de tal manera que los astros no se han alineado a nuestro favor y los caminos antes que abrirse se han cerrado. Miremos para sacar conclusiones:
Primero, dimos papaya, como se dice vulgarmente, cuando dejamos pasar tantos años sin posicionar nacional e internacionalmente tan importante proyecto. Se quedó encerrado y no hubo capacidad para catapultar la obra externamente.
Segundo, creímos que eso era solo comprar unos predios en un largo filo de una montaña cafetera y después, a punta de buldóceres y retroexcavadoras que movieran tierra, aplanar y construir un par de kilómetros de pista.
Tercero, nos comimos el cuento de que en noviembre de 2014 estaría aterrizando allí el primer avión, algo que estaba fuera de toda lógica y posibilidad.
Cuarto, con tanta necesidad y en medio del cúmulo de desaciertos dejamos que el tema, importante y fundamental por demás, se politizara, razón por la cual a pesar de los anuncios de nuestros congresistas que decían trabajar unidos como bancada parlamentaria para hacerlo realidad, solo unos pocos, los más cercanos al gobierno de turno, gestionaban de verdad, pero sin mucho peso decisorio.
Y quinto, para desgracia del macroproyecto el candidato presidencial de la tierra no ganó las elecciones, pero sí tuvo una amplia mayoría de votos aquí, razón por la cual nos están pasando factura de cobro por la falta de apoyo al presidente Juan Manuel Santos.
Dirán en el alto gobierno que lo anterior no es cierto y que si así fuera no habría una multimillonaria inversión nacional en obras viales, de vivienda y de asistencia social en nuestra ciudad y en el departamento, pero se olvidan que esos son recursos comprometidos desde el último gobierno de Uribe y el primero de Santos y que de ahora es mínimo, por no decir pírrico, lo que ha habido para Aerocafé.
¿O acaso no resulta humillante para con Caldas el último envión presupuestal de 2,8 billones de pesos que hizo el gobierno nacional para invertir en poco más de una treintena de aeropuertos del país, dentro de ellos para construir el segundo Eldorado de Bogotá que aún no acaba de estrenar el primero recién remodelado y ampliado, y no asigna siquiera los primeros 50 mil millones de pesos que Santos prometió entregar para Aerocafé el año pasado del total de 300 mil millones de pesos que fue su compromiso?
Razones tendrá el Presidente para hacerle el quite ahora a nuestro enredado aeropuerto de Palestina por lo que dejó en manos del hábil Vicepresidente Germán Vargas Lleras el dominio escurridizo de este tema. Sin embargo esa no es la manera de tratar una región y una ciudad que si bien no votaron mayoritariamente por él pues tenía candidato presidencial propio, sí demuestra con el pasar de los días que necesita con urgencia una solución a la crítica realidad aeroportuaria debido a lo que pasa con La Nubia que registra cierres operativos anuales hasta del 30%.
¿Qué hacer entonces? El Alcalde de Manizales y el Gobernador de Caldas tienen que jugársela toda en lo que les resta de sus mandatos para darle vida a Aerocafé. Si no es con la ayuda del gobierno nacional, pues entonces hay que desarrollar una estrategia ya para revivir y darle recursos a las paralizadas obras del aeropuerto en Palestina. No podemos seguir esperando indefinidamente lo mucho, poco o nada que el Presidente quiera entregarle a Caldas.
¿Pero dónde está también la enjundia y el empuje de la clase dirigente caldense para acompañar a los gobiernos de turno y ayudar a diseñar una estrategia que le ponga fecha límite a este necesitado aeropuerto? ¿Seguiremos dándoles la razón a los críticos y enemigos del proyecto de que no hay con quién y que aquí los liderazgos son de papel y de pobre aliento? Pellizquémonos todos, congresistas amigos de la obra, industriales, emprendedores, profesores, gerentes, periodistas, medios de comunicación, en fin, todos los que más puedan, y hagamos causa común. Manizales y Caldas, además de la región, necesitan Aerocafé, y hay que sacarlo adelante. No hacerlo es dar la razón de que el Matecaña es nuestro aeropuerto.
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