Orlando Cadavid


El miércoles último -con el tradicional rito romano de la imposición de la ceniza- comenzó la gran cuaresma, ciclo litúrgico que encontramos propicio para recapitular un poco sobre el sermón más taquillero que hubo en Colombia durante nueve lustros: Las 7 palabras de Cristo en el Gólgota.
El irrepetible mensaje del Viernes Santo, que tardaba 3 horas, se escuchó por espacio de 44 años, a través de las ondas de Caracol, en la voz siempre afinada y vibrante de monseñor Augusto Trujillo Arango, considerado el mejor orador sagrado que tuvo la Iglesia Católica en el siglo pasado.
Nacido el 5 de agosto de 1922, en Santa Rosa de Cabal, (cuando esta población hacía parte del departamento de Caldas), murió en Manizales, a los 84 años, el 24 de febrero de 2007, o sea que cumplirá el próximo martes 8 años de haber cerrado su ciclo vital.
El pastor -que tuvo un largo recorrido por importantes diócesis del territorio patrio- había suspendido hacía dos años (a partir de abril de 2005), por razones de salud, la transmisión de su famoso sermón que contaba con una multitudinaria audiencia verdaderamente impresionante en los cuatro puntos cardinales del país.
No valieron los ruegos de la cadena radial para que sostuviera sus intervenciones anuales, que demandaban una preparación de seis meses, pero mantuvo su decisión ante el progresivo deterioro de su salud. El mal que lo aquejaba era irreversible.
Millones de fieles oyentes lo lamentaron pero entendieron que el gran obispo caldense apagaba para siempre su micrófono, en la radio, porque comprendía que se acercaba la hora del retiro forzoso.
Su biógrafo José Fernando Montoya narró así la pequeña historia de la prestigiosa prédica: "Las siete palabras de Monseñor Trujillo Arango paralizaban el país. La cadena radial que las transmitía, acaparaba toda la sintonía nacional. Monseñor no solo tocaba aspectos vibrantes de la vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, sino que también hablaba de los grandes problemas nacionales del momento. Al gran ausente de la Semana Mayor le ayudaba mucho su voz timbrada, nítida y sonora. Manejaba magistralmente los tonos bajándolos, subiéndolos o moderándolos según el sentido de la frase.
Los periodistas seguíamos con creciente expectativa e interés su intervención desde el comienzo hasta el final. Aun sin concluir las siete palabras, ya la televisión y la radio molían anticipos de sus planteamientos. Al día siguiente la prensa publicaba apartes del sermón de monseñor Trujillo con titulares destacados en primera página.
A lo largo de esos años, muchos colombianos escucharon atentamente el sermón del prelado, cargado de conocimientos teológicos, capacidad oratoria, análisis de la realidad nacional y devoción por los pobres.
El vacío que dejó no lo ha ocupado nadie. En verdad que es difícil acostumbrarnos a otra oratoria. Por algo se decía que era el mejor orador sagrado de Colombia y sus alrededores".
La apostilla: Caracol se vio en calzas prietas para llenar el vacío que dejó monseñor Trujillo. Recurrió a siete obispos de otras tantas jurisdicciones eclesiásticas, encomendándoles una palabra a cada uno, pero la solución no tuvo ningún efecto entre la audiencia que se fue esfumando como el sol cuando declina en medio de los arreboles de los hermosos atardeceres del Cauca, vistos desde "La Arcadia", del pintor Chucho Franco, en el barrio La Francia. El sermón más taquillero descansa en paz, en el mausoleo especial del Cementerio San Esteban.
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