Orlando Cadavid


Afortunado el librero con vocación de publicista que acuñó esta verdad de a puño para privilegiar el producto de su trabajo: el mejor regalo, en todas las épocas, es un libro, porque se abre muchísimas veces.
El que nosotros llamamos hoy ‘El libro gordo’ de nuestro filólogo de cabecera, don Efraím Osorio López, lleva por título Quisquillas de alguna importancia, como su muy buscada, leída y consultada columna de los martes de la lengua, en LA PATRIA, con este atractivo imán para el lector estudioso: Aprenda castellano de los errores del prójimo.
El libro, de 837 páginas, que acaba de publicar la Editorial de la Universidad de Caldas, tiene un peso de 1.090 kilogramos, lo que quiere decir que no es apto para aquellos perezosos que jamás se han leído, por lo voluminosos, el Quijote de don Miguel de Cervantes, ni el Ulises de don James Joyce.
La portada impecable, diseñada por el autor, muestra de pie, en todo lo alto de una pila de 16 tomos, a un hombre provisto de un catalejo, dedicado a vigilar desde su atalaya el vasto horizonte gramatical. Redondeamos esta reseña con otros créditos: ofició como editor Luis Miguel Gallego Sepúlveda; fue coordinador editorial Sergio Luis Ospina Toro y de diagramador actuó Carlos Alberto Valencia Mejía.
La presentación del opulento menú -que contiene 1.662 glosas gramaticales- estuvo a cargo del poeta Germán Zuluaga Uribe y el escritor José Jaramillo Mejía, quienes coinciden en destacar la celosa y rigurosa aduana que ejerce Don Efra desde estas páginas de opinión sobre el pulcro manejo de la lengua castellana en el campo periodístico. La crítica maestra del santarrosano se extiende, a veces, a la literatura, la televisión y la radio.
Como su antecesor, el ingeniero paisa Roberto Cadavid Misas, "Argos", el maestro Osorio López captura para sus gazaperas gramaticales numerosos acrónimos, anglicismos, arcaísmos, colombianismos, americanismos, barbarismos, etimologías, eufemismos, idiotismos, impropiedades, pleonasmos, muletillas y el mal uso tanto de la sintaxis como de los signos de puntuación.
El académico Zuluaga Uribe -amigo entrañable del gran "Quisquillero" de la comarca desde la secundaria en la ciudad de las araucarias- escribió en la introducción del robusto tomo que entra en circulación: "Este libro, lector, que está en sus manos es el fruto maduro de un esfuerzo de años. Efraim Osorio, su autor, es pertinaz y paciente en sus labores. En la Escuela Apostólica de los Padres Lazaristas, donde lo conocí hace décadas, todos lo admirábamos por su tesón infatigable en todo lo que emprendía. Pintor de telones y bambalinas para las obras de teatro, editor trasnochador de las revistas del claustro, con sus constantes lecturas (en varios idiomas) fue acendrando su amor y gusto por toda la literatura y adquirió un ojo de zahorí para encontrar las incorrecciones e incoherencias de lo que estaba escrito, y que él llama ahora quisquillas. Labor no siempre agradecida para algunos pero útil para todos, porque reconocer las equivocaciones y procurar evitarlas es una buena manera de aprender el buen uso del idioma. Esta colección de sus columnas semanales del periódico LA PATRIA es casi un tratado el buen decir. Aprovechémosla".
También se hace lenguas en la presentación del libro el escritor y columnista José Jaramillo Mejía, quien asume la defensa de los críticos gramaticales: "Grata pero exigente es la función de los filólogos. Ellos buscan desentrañar las culturas por los caminos de los idiomas. La lenguas son, por excelencia, el medio de comunicación de los pueblos"… Al reconocer la dimensión intelectual de Don Efra, señala Jaramillo: "El conocimiento que tiene este filólogo del latín, el griego y francés, va más allá de lo superficial. Su vocación lo ha inducido a sumergirse en los misterios de la etimología, partida de nacimiento de las palabras, y en la semántica, su esencia y filosofía, hasta convertirse en un erudito. Pero, además, don Efraim es un ávido lector, que ha acumulado una envidiable cultura humanística y ecuménica".
La apostilla: En la contraportada del libro, doña Edith Angélica Bustos Crémieux consigna esta afortunada síntesis del trabajo del "Argos" del Triángulo Cafetero: "La escrutadora y vigilante mirada del autor hace que no se le escapen los errores que aparecen en diversas publicaciones y los aprovecha para entregar cada semana una lección de lingüística, clara, concisa y precisa. Aquello que se dice en las Quisquillas se ha convertido en un dogma gramatical".
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