Orlando Cadavid


El próximo 23 de noviembre se cumplirán treinta y seis años del fuerte movimiento telúrico que sacudió a una gran parte del territorio colombiano, evento desatado de las fuerzas de la naturaleza que sirvió, en Manizales, para el inopinado debut y la melancólica despedida del locutor Abel Rivera Jr. como efímero periodista radial.
El colega Iván Darío Góez -quien compartía nómina con el improvisado informador en la Voz del Ruiz, de Caracol- recuerda que eran las 6 y 43 de la tarde de aquel viernes del undécimo mes de 1979, cuando se presentó uno de los sismos más vigorosos de los últimos años en el país.
Muchas personas apenas salían de sus oficinas y sitios de trabajo, en busca del descanso reparador, tras la jornada laboral de la semana. Las luces del alumbrado público empezaban a titilar y, de repente, los postes empezaron a caer; los vehículos que circulaban por sus empinadas calles, se detuvieron bruscamente y la gente empezó a correr despavorida, sin atinar a comprender lo que estaba ocurriendo. Los carros de bomberos corrían de un lado para otro haciendo sonar sus sirenas, anunciando que algo muy grave estaba ocurriendo.
Remembranza de Góez: “De repente, se escuchó la voz entrecortada y emotiva del locutor Abel Rivera Jr. -a la sazón gerente de la cadena Caracol en Manizales- que tomó el micrófono desde lo alto del Edificio “Concha López”, en pleno centro de la ciudad, y con voz estentórea empezó a describir lo que creía era la destrucción total, con el derrumbe de edificios, incendios arrasadores a diestra y siniestra; hidrantes del agua desbordados e inundaciones por doquier. Los hospitales estaban repletos de heridos. Quienes oían semejante reseña, especialmente en lugares lejanos, no salían de su asombro al escuchar que de la ciudad amada solo quedaban ruinas, escombros y muchas víctimas fatales”.
La misma noche de la asustadora sacudida telúrica, todos coincidimos en que se le fueron la mano y la lengua al neófito reportero sin tarjeta ni diploma, porque si bien fue cierto que en la capital caldense hubo daños materiales y algunas víctimas fatales, el fenómeno no fue de la magnitud que el hombre de Segovia, Antioquia, le atribuía en su innecesario derroche de sensacionalismo. El saldo en el país fue de 44 muertos, 600 heridos y cuantiosos daños materiales
Mientras las otras cadenas (Todelar y RCN) difundían desde Radio Manizales y Transmisora Caldas información más calmada, reposada, responsable y ajustada a lo que realmente sucedía, al novato de Caracol de aquella noche que asumía el cubrimiento por su cuenta y riesgo solo le faltaba comparar la suerte que corría la hidalga ciudad de don Aquilino Villegas con la Pompeya demolida y sepultada por la erupción volcánica del Vesubio, en el año 79 de nuestra era, o evocar la taquillera película gringa “Terremoto”, de 1974, que protagonizaron Charlton Heston y Ava Gardner. En sus relatos para olvidar, Rivera insistía en que había muchos muertos (realmente fueron seis) y que en Manizales no había quedado ninguna edificación en pie. De pronto le faltó llegar al extremo de señalar que la nueva hecatombe superaba con creces los incendios de los años veinte que arrasaron el perímetro histórico y sus áreas pobladas más céntricas.
Pertenece al colega Diego Fernando Hidalgo, de LA PATRIA, esta síntesis del temblor de 1979: “La intensidad fue de 6,3 grados en la Escala de Ritcher, con epicentro entre Anserma Nuevo y El Águila, norte del Valle. A las 11:00 de la noche de ese viernes no se había restablecido la comunicación con el resto del país. La gente calificó de espantoso el temblor, los teléfonos quedaron aislados y el servicio de luz suspendido. Los carros se chocaban unos con otros y atropellaban a la gente que corría por las calles oscuras, buscando sus casas o a sus familiares”.
Subraya que en Manizales fallecieron el padre Carlos Ariel Llano Ruiz, vicerrector del Colegio Semenor; el celador José Agudelo; las madres Guida y Ana Amelia Londoño, religiosas del Colegio Santa Inés; Alquimer Arenas, que estaba recluido en el Hospital y murió de un paro cardíaco, y el hermano Benito Cárdenas, Director de la Clínica Psiquiátrica San Juan de Dios.
Las edificaciones más afectadas fueron las de Telecom, el Palacio Nacional, el Banco Ganadero, el Banco del Comercio, el edificio La Suiza en la carrera 23 con calle 27, la fachada de la Gobernación, por la carrera 20, el Palacio Municipal, el Colegio Santa Inés, el Parqueadero López y el Edificio Palogrande. Todas sufrieron averías, pero ninguna quedó en las ruinas que se inventó el apocalíptico narrador radial.
Cuando nosotros, en nuestra condición de directores de noticias de la cadena RCN, llamamos desde Bogotá al Trasmicentro de Chipre a hacer el reclamo porque nos estábamos quedando supuestamente muy rezagados en la entrega de la información, frente a Caracol, uno de los redactores nos dijo: “No se preocupe, Orlando, que el hombre de la Voz del Ruiz se enloqueció y está transmitiendo un temblor diferente al nuestro”. Y así fue.
La apostilla: Un día después del sismo del 23 de noviembre, en los círculos periodísticos manizaleños se le dio a la sacudida telúrica el apelativo de “El Terremoto Rivera Jr.”, y algunos cronistas deportivos, ya repuestos del susto, sostenían que los únicos “Junior” dignos de credibilidad eran el Atlético Junior, de Barranquilla, y el Boca Junior, de Buenos Aires, Argentina.
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