Luis F. Gómez


La Catedral de Manizales es una expresión de un profundo sentimiento religioso que la ciudad ha heredado de sus fundadores, es símbolo del arte neogótico y también signo de una raza que ha sido capaz de realizar grandes proyectos. Y subir hasta su Corredor Polaco es una experiencia muy especial. No solo por la vista que se tiene de 360 grados sobre la capital caldense, sino también por la lección de historia acerca de la ciudad que se transmite en esta visita.
Lo primero sea afirmar que el recorrido, como se tiene previsto en la actualidad, es un balance muy especial entre historia de la ciudad en torno a la Catedral, la exclusiva vista que desde el Corredor se tiene de toda la ciudad, y la experiencia de elevarse poco a poco, escalón por escalón en las alturas.
Durante el inicio del año con las fiestas y las ferias tuvo gran afluencia de público, lo cual es excelente, pues es una verdadera atracción turística, ¡alrededor de las 5 mil personas ya han subido en lo corrido del año! Esta es una manera muy concreta de ir formando una verdadera red de sitios turísticos y lo que es más importante una manera de mantener viva la historia de la ciudad. En efecto, al inicio de la visita hay una explicación muy completa de las distintas construcciones de la catedral, que se va tejiendo necesariamente con la historia de la ciudad, los temblores, los incendios, pero especialmente con la capacidad de las pasadas generaciones de dejar una huella de tenacidad y emprendimiento.
Bien valdría la pena que la Secretaría de Educación de Manizales montara un proyecto educativo en torno a la visita al Corredor Polaco. Desde historia universal cuando explican a los turistas que el nombre se debe a la anexión salvaje de Polonia en un pasaje de su convulsionada episodios políticos, pasando por la historia de la ciudad; igualmente, los aspectos religiosos propios de los vitrales y de la construcción pueden ser bien interesantes; y los fenómenos físicos pueden hacer parte de un proyecto integrador para los escolares de Manizales. Es una manera de que los ciudadanos se apropien de sus espacios y los vivan en contexto.
Hay que buscar que las nuevas generaciones tengan una interacción cercana con estos hitos de la cultura de la ciudad. Hay que hacer pasar de los monumentos inertes a ser dinámicos y vivientes para los ciudadanos, gracias a que entran en relación con ellos.
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