Con la firma del cese bilateral del fuego entre las Farc y el Gobierno, quedamos ad portas de un nuevo capítulo de la historia del país. Aún con las reservas de parte de un sector de la sociedad, fundadas ellas en temores no siempre gratuitos, estamos iniciando la reconfiguración del país en un horizonte de esperanza. El nuevo escenario quisiéramos poderlo llamar de desarrollo rural, pues la perspectiva de la reinserción no será la de los taxis o microempresas urbanas. Tenemos que hacer un cambio de paradigma.
Como sociedad tenemos un reto muy grande. Hacer la transformación de las Farc de un ejército irregular a un actor social y político, no será fácil. Este es un reto político muy grande que tenemos como democracia participativa. Hoy me quiero referir a otro desafío, al económico. Si este proceso se logra, seguramente permitirá que los demás retos sean muchísimo más fácil trabajables en el país. La reinserción política nos dará la confianza para las otras reinserciones.
Otro reto como sociedad es la reinserción de muchos militantes de las Farc al sistema productivo colombiano, en general; y en particular a la reconstrucción social y económica de los territorios azotados por la violencia. La empresa privada ha tenido diversas experiencias de reinserción allí hay muchas lecciones aprendidas en los últimos años y que podrán ayudar en esta materia, pero realmente el paradigma de reinserción económica cambiará.
Ahora corresponde pensar en fórmulas para aportar al desarrollo rural, con foco territorial y de forma integral. Es decir, la clave está en pensar en soluciones sostenibles para la ruralidad colombiana, más allá de las ayudas y subvenciones estatales. 
En los territorios la institucionalidad debe reforzarse y en otras definitivamente construirse, porque su ausencia histórica permitió la aparición de las violencias. A este respecto, la formación y fortalecimiento de capacidades locales para el ejercicio del servicio público son prioritarias.
En los territorios para que se puedan dar estos procesos de reconstrucción tocará hacer unos programas de desarrollo territorial, con perspectiva intercultural. 
Se debe obrar con grandeza para no dejar pasar esta oportunidad histórica de construir juntos desde la diversidad y desde el mundo rural.