Luis F. Gómez


La encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, de la pluma del papa Francisco, da línea muy fuerte no solo sobre ecología, y cuestiones medioambientales, sino sobre la profunda (in)coherencia de los países, las sociedades y de los individuos; es también un documento que tiene grandes críticas al orden político y económico del mundo. Mostrando que la defensa del medio ambiente es una cuestión bien compleja, porque responde a un cruce de variables relacionales de todo tipo y que explicitan el sistema interrelacionado de sujetos y existencias en el planeta.
Quisiera resaltar solo algunos puntos que me han llamado la atención de la reciente carta encíclica del papa Francisco.
Una de las frases más impactantes se encuentra en el número 21 de la encíclica: "la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería", es una constatación de una dolorosa y muy grave situación del mundo. El daño además es que en muchos aspectos comienza a ser poco reversible o que se tardaría muchos años en resarcirse el mal infringido a nuestra tierra. Estamos frente a heridas muy grandes.
Lo segundo es que el interlocutor de la encíclica son todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Es un llamado universal del papa a todos los hombres y mujeres que, queramos o no, estamos implicados en el grave riesgo de daño del equilibrio ecológico de nuestro planeta. Y de paso, el papa hace un fortísimo llamado a los cristianos y católicos, al señalar que de manera muy especialestá en juego nuestra fe en el comportamiento frente a la tierra.
En tercer lugar, el papa señala que una de las grandes complicaciones es que una cantidad inmensa de líderes y personas en el mundo no quieren tomar conciencia del problema. Con su indiferencia o sencilla voluntad de mirar para otro lado, no quieren aceptar su responsabilidad en la solución de la grave situación.
En cuarto lugar, el papa Francisco pone el dedo en una de las causas más profundas de todo este desorden ecológico: lo que ha llamado la cultura del descarte. Por ello, propone como verdadero antídoto: la moderación del consumo, el reciclaje y la reutilización. En fin, debemos hacer un cambio de nuestros estilos de vida.
En quinto lugar, la encíclica pone de manifiesto de nuevo cómo los estragos ecológicos generados por muchos años de irresponsabilidad con el planeta, castigan de manera más fuerte a los más pobres y vulnerables del mundo. Ello nos pone, pues, en una situación de verdadera urgencia humanitaria.
Finalmente, otro asunto que me ha llamado la atención es que en las citas de la encíclica se toman no pocas de documentos de las conferencias episcopales y de trabajos realizados por la Iglesia a lo largo y ancho del mundo que nos muestra cómo el problema ecológico es ya una seria preocupación de toda la Iglesia.
La encíclica sobre la casa en común es un documento muy serio, profundo y que nos debe poner a reflexionar y a actuar, comenzando por los más poderosos e influyentes del mundo, pero que nos debe responsabilizar a todos en la solución.
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