Luis F. Gómez


En los últimos días han arreciado las críticas al acuerdo sobre justicia de la mesa de negociación en La Habana. Hay muchas personas que han manifestado sus reservas y críticas directas a lo que se ha concertado entre el Gobierno y los voceros de las Farc. Una reflexión serena del asunto podría permitir que hablemos en el país simultáneamente de paz y justicia.
El director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, quien afirma que lo acordado va en contravía de la normatividad internacional: “Al examinar en detalle elementos claves de esta estructura se esconde un trato preferencial y de impunidad para los responsables de crímenes de lesa humanidad, como los falsos positivos”. Hay pues, preocupación no solamente por el tratamiento de los miembros de las Farc sino también a otros responsables de la guerra.
A la crítica de Vivanco, contesta el juez Baltazar Garzón indicando que no hay impunidad: “Hay aspectos por arriba que claramente no tienen nada que ver con la impunidad: hay sanciones entre 15 y 20 años de privación de libertad, sanciones entre 5 y 8 años de privación retributiva de libertad para quien no coopere y sanciones de restricción de libertad para aquellos que cooperen activamente desde el principio. Si además integramos una interpretación conjunta, podemos llegar a la conclusión de que esa impunidad no existe”, señaló el juez.
Es una tensión natural entre paz y justicia, y allí habrá necesariamente que encontrar un justo medio para que no caigamos en una disyuntiva dañina de “justicia o paz”.
Es bueno tener muy presente la visión que se tiene desde el exterior de la negociación y de los acuerdos que se están construyendo. Almudena Bernabeu, experta en justicia transicional señala: “No hay procesos perfectos, pero el de La Habana es ejemplar. Creo que se está tomando muy en serio, teniendo en cuenta las dificultades, que son enormes y lo que todavía queda por hacer. Yo sé que hay críticas, pero creo que se está haciendo con buena intención, con sentido común y con ganas de pasar la página en la historia. Y comparándolo con otros, hay un elemento clave y es la centralidad de las víctimas y del tema de justicia. No fue así en Guatemala, no fue así en El Salvador, eso lo digo alto y claro. Incluso, mirando hacia el futuro, de la mano de Colombia va a ir Sir Lanka, donde aún cuesta imaginar cómo las víctimas van a ser una parte tan integral como lo están siendo en Colombia. La implementación va a ser compleja, pero es muy positivo”.
Así las cosas, el acuerdo, con las limitaciones que tiene, no implica impunidad y se rescata esa centralidad en el tema de las víctimas. Y el país debe buscar conciliar el derecho a la paz y la necesidad de impartir justicia por unos horrores cometidos durante el conflicto. Pero hay que evitar que un maximalismo en justicia se lleve por la borda la paz. Y en este sentido es vital que la nación completa se involucre en esta nueva historia que se está escribiendo, como lo dice el juez Garzón: “No podemos hacer recaer sobre el Gobierno algo que es de todo el Estado, incluidas las Farc, y todos los actores. Aquí nadie puede ser indiferente, nadie puede decir que no va consigo, porque cualquier solución, cualquier fin al que se tienda siempre va a producir un efecto en toda la sociedad en una u otra manera”.
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