Luis F. Gómez


La industria en el país ha ido experimentando una pérdida de terreno muy grave en las últimas décadas, es lo que se ha llamado la “desindustrialización”, que se ha medido como un menor porcentaje de aporte de la producción industrial en el Producto Interno Bruto. El peso de la industria en la economía nacional ha disminuido.
La historia de la industria colombiana ha tenido dos modelos de desarrollo: el del proteccionismo y de la apertura. En el primero la industria gozó de una protección por medio de altos aranceles de importación, de cuotas de importación y aún de listas de prohibida importación. A la sombra de la protección, fueron naciendo muchas de nuestras industrias, por ejemplo la de ensamble de vehículos, electrodomésticos, etc. Cuando este paradigma comenzó a cambiarse por el de la libre importación algunas industrias siguieron evolucionando y se han posicionado de manera muy fuerte para competir con la producción importada, mientras que otras han sido golpeadas muy fuertemente por la competencia de productos del exterior.
Un grupo significativo de industriales siempre ha añorado las épocas del proteccionismo y por medio del lobby y acceso a los definidores de política pública han logrado montar esquemas de protección que no se compadecen del momento histórico de globalización que vivimos.
Hay en el fondo una tensión muy fuerte: se defiende la industria nacional con protección que implica sencillamente mayores precios y menores estándares de calidad para los consumidores, a cambio de la generación de aparato productivo, empresas y empleo industrial. Esta tensión ha llevado a un pulso entre la ministra de Comercio Exterior, Industria y Turismo, Cecilia Álvarez, y el presidente de la Andi, Bruce Mac Master. La manera de solucionarla es que el país decida cuáles serán los sectores y subsectores donde podríamos posicionarnos, para que allí focalicen los esfuerzos gubernamentales y privados. Lo que Colombia no puede permitir es que la política pública dependa de los que pueden hacer más lobby y de los que tienen mayor acceso al gobierno.
El país debe tener una política industrial mucho más focalizada en algunos subsectores y alinear allí todo el esfuerzo, de lo contrario no podremos ubicarnos de forma eficiente y competitiva en el contexto global. La industria da gran estabilidad al aparato productivo, genera empleo de calidad y activa cadenas productivas generadoras de valor, por ello, es fundamental que el país tenga una clara política. Pero lo que no se puede permitir que sectores ineficientes, costos y de baja calidad terminen protegidos por la política pública.
Bien lo ha dicho la ministra al pedirle a los industriales ser más innovadores y dejar de presionar por un proteccionismo. Y habría que añadir que los industriales, que ahora están siendo investigados por la Superintendencia de Industria y Comercio por violar la libre competencia, le jueguen limpio a los consumidores.
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