Luis F. Gómez


En estos días se ha dado un interesante debate en los Estados Unidos por la tensión que se ha generado ente la defensa de la privacidad de los ciudadanos y la seguridad vista como la lucha contra el terrorismo. Los actores del debate de peso pesado: Twitter y Apple de un lado, y del otro la CIA y el FBI.
La pelea por la información pública de Twitter que es utilizada por la CIA a través de modelos de análisis de grandes informaciones, que se le llama el “Big Data” -grandes datos- muestra los alcances de la discusión. Twitter se negó a pasarle a la CIA la información que se publica en su servicio, pues aunque es público, considera que atentaría contra la privacidad de sus usuarios. La agencia de inteligencia, por su parte, señala que los programas existentes para el análisis de datos les permiten en muchos casos tener avisos tempranos de posibles atentados. Señalan los expertos que lanzan alarmas entre media hora y quince minutos antes que ocurran algunos atentados cuando los terroristas utilizan esa red para comunicarse. Y cuando se habla de situaciones complejas este tiempo puede ser sinónimo de salvar vidas.
El segundo pugilato fue protagonizado entre el FBI y la poderosa Apple, por información que manejan los teléfonos inteligentes Iphones. Pues bien, la empresa se negó reiteradamente a ayudarle al FBI en la persecución de criminales con base en la información que resulta del uso de los teléfonos. Y la razón fue la misma, es información pública, pero se podría entender y leer que la empresa está permitiendo una vigilancia sobre los usuarios de esos aparatos. Pues bien, no pasaron la información.
Frente a esta situación se desató una compleja discusión entre los que defienden la privacidad de la información de los ciudadanos, y los que consideran que las agencias de inteligencia con el fin de controlar el terrorismo, por buscar un bien superior como lo es la seguridad de la sociedad, deben poder tener acceso a dichos datos. Son dos valores muy importantes, y muchos tratadistas consideran que es vital en una sociedad democrática que se respete profundamente la privacidad de la gente y por ello defienden que, aún en desmedro de la seguridad, se debe defender ese derecho. Otros, por el contrario, consideran que es totalmente torpe poner en riesgo a la sociedad por una comprensión errada de la privacidad. Y concluyen que por el bien general se debe entregar la información pública a las agencias de inteligencia.
Esta tensión entre seguridad y privacidad, siempre existirá. Y si bien el interés general prima, este no solamente está del lado de la seguridad, sino también de la privacidad, como bien necesario en sociedades como la tecnológica que puede poner en evidencia y en escrutinio público los datos más privados de una persona.
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