Jorge Alberto Gutierrez


En la vía al Zancudo, unos cien metros después del "Cerro de Oro" se encuentra "como si nada" un avión DC9, de la extinta compañía de aviación Intercontinental. Ostenta el nombre de Mayday queen, argot aeronáutico significa Socorro, acompañado a su vez de un Renault 4 que pende insólito de un árbol. Una propuesta surrealista para un café bar en un lugar de excelente vista sobre la Florida y la ciudad, que en razón de este atributo se ha convertido en un sitio de turismo, de encuentro, de contemplación, donde a veces también se hace el amor en la incomodidad de un carro, pero a la luz de la luna.
En los días festivos se desplazan hasta allí noveleros y curiosos, o familias que posan ante las cámaras de fotografía con ademán de quien viaja o regresa de tierras lejanas (La Nubia probablemente esté cerrada) mientras suenan los aparatos de sonido de los carros cercanos y el sol en lo alto le confiere a la escena un aire de confiada ternura.
A raíz de algunos atracos a casas del sector a caminantes y ciclistas que se ejercitan por allí, ciertos vecinos se fueron lanza en ristre contra los que disfrutan este lugar de la carretera, especularon desechando de plano la legalidad del proyecto, acerca del porqué la oficina de Planeación le otorgó licencia de funcionamiento a Mayday: "...que como el lote es de fulano que a su vez es amigo de zutano...", "que así es todo en este país, que por eso estamos como estamos", etc., etc., escribieron en un derecho de petición para que la innovadora tarea de traer un avión desde Bogotá con fines recreativos, la echaran por la borda. Luego se habló del daño ambiental (se han sembrado 20 palmas) y de la inseguridad, de los decibeles y la bulla y alertaron a las secretarías de Gobierno, Tránsito y Planeación municipal para que tomaran cartas en el asunto. Incluso se pidió que se restringiera el paso solo a los que habitamos la vereda Buenavista y sus inmediaciones, se toman fotografías de los "sospechosos" y amenazan con dejar sus casas porque así no se puede vivir.
Mientras las vías de la ciudad están atiborradas de carros mal parqueados, y los guardas de tránsito se pavonean de dos en dos sin percatarse casi de ninguna infracción, o la mitad de las calzadas principalmente las del centro urbano, se hayan destinado a zonas azules, (pueden seguir mil ejemplos), la Secretaría de Tránsito colocó en uno de los escasos metros pavimentados de la vía al Zancudo de tránsito vehicular muy reducido, un Prohibido Parquear, control que se ejerce con lujo de detalles.
Tiene sentido que se vele por la seguridad ciudadana, que se cuide de los que "alicorados" conducen sus vehículos irresponsablemente, de los que perturban la tranquilidad, pero me pregunto: ¿por qué ensañarse precisamente allí?, en contra de todos, sin distingo de ninguna clase. Vivo a un kilómetro y medio del Cerro de Oro y me han puesto problema varias veces a eso de las siete de la noche: "¿Para dónde va?, ¿Qué hace a estas horas por aquí?, "estas no son horas de andar por esta carretera".
Una situación de intolerancia avalada en razón de que el vecindario se llenó de "intrusos" que hasta retozan sus hazañas de amor a plena luz del día, y sobre todo que ponen esa música horrorosa a todo taco.
A mi juicio todo se genera en un afán de segregar, como en los conjuntos cerrados de cualquier estrato social, que excluyen a los otros para justificar su "aislamiento" en paraísos de artificio, con los mismos argumentos que los expuestos aquí por los vecinos del Cerro de Oro.
Recurrir a la seguridad para asustar a los otros y aprovecharse de ello como argumento para la exclusión, o cualquier otro objetivo, es un hecho que se ha vuelto cotidiano en este país.
La solicitud de auxilio escrita en el lomo del avión no es una paradoja, es una alerta para una sociedad que cada vez se hace más intolerante mientras soslaya los verdaderos problemas que le atañen. Los asuntos de seguridad no deben buscarse río arriba, hay que enfrentarlos sin meter la cabeza bajo tierra como dicen que es clásico en las avestruces.
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