Alejandro Samper


Uber, la plataforma tecnológica que permite solicitar un transporte urbano a través del celular y cuya carrera se descuenta directamente a una tarjeta de crédito, ya entró en funcionamiento en Manizales. Como ciudadano me alegro de tener disponible este servicio en la ciudad; cuando estoy en Bogotá lo uso y allá resulta más práctico, económico, cómodo y seguro que pedir un taxi.
Manizales es una ciudad pequeña y su sistema de transporte es eficiente, mas no excelente. Las rutas de buses cubren casi toda la ciudad y, por lo general, siempre hay un taxi a la mano para transportarlo adonde necesite. Solo dos veces se han negado en llevarme a algún sitio y siempre con la excusa de que de allá se devuelven sin carrera.
Los taxistas tienen todo el derecho a sentir miedo de Uber. Es una competencia fuerte para ellos y representa la evolución del servicio que prestan. Debe ser el mismo temor que sentimos quienes escribimos en periódicos impresos y todos los días vemos que los nuevos lectores - y el negocio de informar - están en las redes sociales. Entonces solo queda adaptarse o morir. Los conductores y dueños de taxis, sin embargo, prefieren la premisa "permanecer y matar".
La violencia que han mostrado los taxista en otras ciudades contra los conductores de Uber es una vergüenza. Solo ayuda a alimentar la imagen de que los taxistas son tipos violentos. A cogerle fastidio a los amarillos. En Manizales, hasta ahora, no ha ocurrido nada grave, pero las palabras incendiarias del alcalde José Octavio Cardona León fomentan el odio y exacerba a los prevenidos taxistas. "Los invito a que los denuncien, a que nos digan dónde se parquean, para sancionarlos porque lo que hacen es ilegal", dijo el jueves en una emisora.
En este momento usaría este servicio en Manizales, además de la comodidad y seguridad, por puro esnobismo. Por lo que el psicólogo inglés Michael Belint llama "la diversión del lado oscuro" o "el miedo consciente". Por ir de un lado al otro en un carro que le causa escozor a muchos transportadores, sobre todo a los taxistas.
También por retar las palabras populistas del alcalde, quien en vez de conciliar, se la monta de pendenciero y perseguidor. Fedor Dostoievski llamó esta actitud "entusiasmo administrativo", que no es más que la arrogancia del funcionario público que manda por mandar - en su caso, prohibir - por el solo hecho de tener el poder de hacerlo.
El dilema es que la plataforma Uber es legal, pero el servicio es ilegal. Es una discusión que no han podido resolver ni poder enmarcar legalmente los ministerios de las Tecnologías y el de Transporte. Y en medio de ese río revuelto quedan conductores y usuarios.
Mientras continúe siendo prohibido, el servicio de Uber siempre nos parecerá más atractivo y mejor que el de las empresas de taxis. Y estas, en vez de pelear, deberían buscar la forma de ganarse el cariño y el respeto de los usuarios. Que comiencen por depurar a sus conductores y, a los que queden, legalizarlos como empleados. Que se modernicen y den garantías de seguridad al usuario.
Además, que acepten el cambio y la llegada de la competencia, que eso significa progreso.
Al alcalde Cardona hay que recordarle que si quiere vender a Manizales como una ciudad innovadora, no debería cerrarle espacios a estos servicios y aplicaciones; sería preferible una postura que busque regular el sistema, no vetarlo.
Y si es cierto que le dice a los mandatarios de otras regiones que en Manizales tenemos a unos "caballeros" al volante de un taxi, lo último que debería hacer es despertar la bestia que de pronto lleven por dentro.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015