Alejandro Samper


Hace 56 años Manizales se conmocionó con la llegada de la Miss Universo colombiana Luz Marina Zuluaga. La carretera que comunicaba a Santágueda -cuando tenía aeródromo- con la capital del Viejo Caldas, se llenó de personas que querían ver a la jovencita que enamoró a los jurados de Long Beach (California, EE.UU.) "metiendo barriga y parándose bien derechita". Cuentan que en las calles de la ciudad la gente se desmayaba por el calor, el tumulto y la emoción de ver a esta mujer.
Como no había nacido para ver todo eso, no me quise perder el último desfile de Luz Marina. El que realizó el pasado jueves desde la Gobernación de Caldas, donde su cuerpo estuvo en cámara ardiente, hasta la Catedral Basílica de Manizales, donde el gentío era tal que hasta los santos sudaban.
Admito que estaba muy perdido entre tanta crema... sobre todo crema antiarrugas. Era como estar en una foto social de LA PATRIA, pero en movimiento: los mismos personajes, las mismas pintas, las mismas poses, los mismos peinados. Una señora de apellido Villegas, otra de apellido Gómez y otra de apellido Arango, compartían el mismo peinado y estilo de maquillaje. El mismo que tenía Luz Marina Zuluaga en la foto que pusieron sobre su ataúd. ¿A quién imitarán ahora? Mujeres de esa generación que hayan marcado tendencia solo queda doña Pilar Villegas de Hoyos, pero al parecer el único que se ha animado a seguir su look y sus poses es Óscar Iván Zuluaga.
Por ahí vi a doña Olga Rivas de Echeverri y me metí la camiseta por dentro antes de que me regañara. Y creí haber visto a la actriz Consuelo Luzardo, hasta que me aclararon que no era ella sino Jorge Wilson Rodríguez. "¿Quién?", pregunté, y me aclararon que él era el estilista de los famosos de acá; como el Norberto de Manizales, pero sin parecer la cabeza de una muñeca Barbie masticada por un perro.
Luz Marina Zuluaga siempre fue una mujer de muy buen gusto. Se rodeó de gente importante y fue musa de artistas. Enrique Grau, por ejemplo, le dedicó varios dibujos. Por eso me pareció muy lobo que hubieran llevado el cadáver del artista plástico Édgar Negret al funeral de la Miss Universo. Al famoso escultor colombiano fallecido en 2012, lo tenían mal embalsamado, vestido todo de negro y lo paseaban de un lado para otro. Unas gafas oscuras ocultaban su mirada de muerto.
"¡Qué pena! Esto ya parece un funeral sacado de Rosario Tijeras", le dije a un señor que me miraba. No me contestó. Luego caí en la cuenta de que le estaba hablando a Raimundo Angulo, el dueño del Reinado Nacional de la Belleza. Sus ojos camaleónicos parecían seguir una mosca por todo el recinto de la Asamblea. Reí, como le gusta que le digan sus amigos, me sacó de la duda y me contó, con acento de lagarto cartagenero, que ese no era el cadáver de Negret. Se trataba del diseñador de moda Alfredo Barraza. "Pero está acabado, ¿es que no tiene un espejo en la casa?", le dije citando el famoso preparador de reinas.
Me acerqué a Barraza, como para comprobar que no estaba muerto, y de su rostro estirado salía un susurro amanerado que pedía que cremaran a Luz Marina. Qué otra cosa podría salir de este nazi de los reinados, que en una entrevista para el portal kienyke, aseguró que de ser el presidente del concurso de Cartagena "no aceptaría nunca una niña de menos de 1,70 de estatura". A él le gustan retocadas en el quirófano y ojalá diferentes al parámetro de la mujer colombiana "y su idiosincrasia". Bien diferente a Luz Marina, que se untó de pueblo e iba a fútbol los domingos.
En medio de tanto abrazo, pésame y botox, escuché muchas historias. Todos decían conocerla. "Yo le corté el pelo", "Yo le lustré los zapatos", "Yo desfilé con ella en preescolar", "Yo le vendí una tierra para sembrar unas matas". Incluso yo tenía una historia. Para mí, Luz Marina Zuluaga fue el fetiche que los caldenses adoraron por mucho tiempo. Sin embargo, esa impresión cambió en 2008, cuando en homenaje a sus 50 años como la única Miss Universo que tenía el país, aceptó posar de manera diferente para Q'HUBO. Se acostó sobre un sofá y habló de manera desparpajada de sus épocas de reina. Ya no era la momia estirada que solía ver en algunos actos sociales. Ya tenía alma.
Preferí no entrar a la misa y agradecí que no hicieran el macabro espectáculo del cajón abierto. Mejor dejarla como la recordemos. Al llegar al periódico me encontré en el correo con un poema dedicado a ella. Cursi, como casi todos los poemas. Pero me hizo recordar otro, mejor elaborado y más acorde a la rara relación que sostuve con esta reina universal. "Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos / que te comerán a besos, / ¡que he guardado la forma y la esencia divina / De mis amores descompuestos!". La carroña, de Baudelaire.
Se murió Luz Marina Zuluaga. Nos queda Amparito Grisales.
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