Cuando uno se pone por disciplina a escribir una columna de opinión, como la que usted está amablemente leyendo, muchas veces se le vienen a la cabeza algunos temas que de por sí lo ponen a uno a sonreír de ver lo volteado que está este mundo y la cantidad tan increíble de estupideces que se dicen y, peor, las que se hacen. A su vez hay otras que, para compensar, le acaban de dañar a uno el genio, al punto que nos producen ataques de histeria que no se quitan ni con dosis reforzadas de marihuana.
El mejor ejemplo de estas últimas han sido las sinceras, claras y honestas declaraciones que con la boca llena de satisfacción nos dio a conocer el tenebroso guerrillero Iván Márquez, cuando en el colmo de la desfachatez informó que nunca, léase bien, nunca, las gloriosas manadas de bandoleros habían atacado ni por chiste a algún civil.
Si esto no produce un rebote biliar de marca mayor, no sé qué pueda causarlo. Después de más de cincuenta años de cometer toda clase de atrocidades, adobadas con repugnante cobardía por la forma cruel con que han masacrado miles de pobres compatriotas, vienen a decirnos que son unas blancas palomitas que no han tenido en sus manos más armas que el azadón con que el que tratan de ganarse el sustento, siempre con el temor de que los campesinos en cualquier momento les caigan de sorpresa utilizando poderosos arsenales, desconocidos para ellos.
Ya estamos llegando al límite de resistencia en lo que las célebres conversaciones de paz se refiere. El país no resiste más esa permanente mamadera de gallo, con todos los actos de terrorismo que nos siguen aplicando, incluyendo secuestro de generales, viajes de cabecillas a donde les da la gana, sin que las autoridades se den cuenta de todo lo que hacen por debajo de la mesa y si se enteran, se quedan callados como ostras, dando permisos a hechos cumplidos.
Repito que mi malicia indígena, que no es mucha, me dice que hay que abrirles las puertas aunque sea con pasaportes especiales a los conversadores de La Habana para que -aunque hace tiempo lo vienen haciendo- salgan a sus agradables hogares en los países nórdicos, para que junto con sus familias puedan seguir gozando de la amable molicie a la que están acostumbrados.
Otra cosa que sorprende es la vestimenta de ministros de Estado con que han sido fotografiados últimamente los líderes bandoleros. Esos grupos parecen todo un gabinete presto a seguir dando órdenes convertidos en gobierno.
Y ahora que Santos salió con una declaración acerca de un embeleco difícil de dilucidar, sobre la conversión a crímenes políticos los cometidos por los narcotraficantes, no sabemos qué pensar. Pueda ser que las leyes colombianas, que son más enredadas que un bulto de anzuelos ayudadas por el leguleyismo de nuestros abogados puedan aclarar cómo se pueden unir los crímenes de lesa humanidad de los terroristas, con las contravenciones que cometen los campesinos sembrando coca en sus lejanas parcelas. Esto sí es un verdadero galimatías, al punto que el presidente tuvo que volver a recular.
Sigan pues los muchachos de las Farc dándose buena vida, que desde aquí los seguiremos viendo con mucha envidia.
Nota: Estoy seguro que el enfrentamiento muy próximo entre Santos y Vargas Lleras será para alquilar balcón. Hasta ahora lo va ganando el Vargas que se cree Lleras.
P.D.: Un intelectual es un individuo capaz de pensar por más de dos horas en algo que no sea sexo.
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