Cristóbal Trujillo Ramírez


La calidad educativa de Manizales ocupa los primeros lugares en el país. Quienes hemos tenido la oportunidad de conocer otros territorios colombianos, y en forma particular sus apuestas por la educación, debemos coincidir en que acá, en nuestra hidalga ciudad, hay aspectos importantes que la diferencian de otras regiones: la infraestructura educativa del municipio está, en términos generales, muy por encima del promedio nacional; el compromiso de la sociedad civil por la educación es más significativo en esta ciudad; la responsabilidad de los padres de familia es comúnmente una fortaleza en el sistema educativo; la cualificación de los docentes está entre las mejores del país; la cultura de los estudiantes contrasta significativamente con la de otras regiones. Además, Manizales es pionera y un claro ejemplo no solo de la aplicación de las políticas educativas en las cuales el Gobierno Nacional centra toda su atención y recursos: Jornada Única, Programa Todos a Aprender, Programa Nacional de Bilingüismo, Colombia Vive Digital, sino también de la implementación de modelos educativos como Escuela Activa, Universidad en tu Colegio, entre otros. Todo esto ha sido publicitado generosamente en titulares de prensa y socializaciones nacionales de experiencias exitosas, por lo que no han faltado galardones y condecoraciones.
Diferenciemos, no obstante, las anteriores situaciones con otras realidades. En primer lugar, la implementación de la Jornada Única acaba de salir muy mal librada de un análisis juicioso que se hizo en el Concejo Municipal. Las deficiencias en el programa de alimentación, en el transporte escolar, en infraestructura y en personal de servicios, así como la escasez de docentes, fueron una clara señal de improvisación, al punto de que un colegio modelo de este programa, el Liceo Isabel La Católica, visitado por la señora ministra de Educación el año anterior, acaba de declararse en paro, precisamente por la carencia de condiciones para llevar a cabo esta jornada. En segundo lugar, en los resultados del programa Ser Pilo Paga solo tenemos un índice de participación aproximado del 2%, muy inferior al de regiones como Nariño, Atlántico, Santander, Bogotá, Casanare y Norte de Santander, y apenas sí ligeramente superior a los índices de participación de departamentos como Magdalena, Guajira, Caquetá, Vaupés, Amazonas y Guaviare. En tercer lugar, en los resultados de las Pruebas Saber 11 del año 2015, nos ubicamos por la mitad del lote, muy lejos de resultados de ciudades como Tunja, Bucaramanga, Pasto, Bogotá y Villavicencio, y superando algunas ciudades capitales como Montería, Ibagué, San Andrés, Barranquilla, Santa Marta y Riohacha. Finalmente, en cuanto al Índice Sintético de la Calidad Educativa, tomemos para la ilustración solo el caso de la educación básica secundaria: el promedio nacional es 4,9 y Manizales registra uno de 5,2, ocupando el puesto 31 del ranking nacional entre 94 entidades, lejos de Zipaquirá, Tunja, Duitama, Sogamoso, Chía y Mosquera, que ocupan lugares privilegiados, y superando significativamente a Tumaco, Quibdó, Ciénaga, Turbo, La Guajira y Magangué, municipios que ostentan los últimos lugares.
Ya comprenderá usted, amigo lector, hacia dónde deseo enfocar la reflexión de hoy: no existe una correspondencia proporcional de los reconocimientos y esfuerzos programáticos con los resultados efectivos de las pruebas paramétricas; si se quiere, incluso, son muy distantes. La ciudad que en materia educativa ocupa los primeros lugares en reconocimientos y experiencias significativas no es precisamente la que se encumbra en los lugares de privilegio en las tablas de resultados. Por esta razón, dejo algunos interrogantes para la reflexión: ¿Manizales y Caldas están siendo solo parte del decorado de las pantallas del Ministerio de Educación que dan cuenta de la calidad educativa del país? ¿Nos interesa más implementar los programas que diseña y fomenta el Gobierno Nacional, que la calidad misma de la educación? ¿Sabemos ciertamente lo que necesitamos y buscamos en materia educativa o simplemente nos dedicamos a buscar dónde aplicar lo que el Ministerio diseña y avala sin importar mucho su impacto y trascendencia? ¿Por qué los resultados de medición efectiva de la calidad de los aprendizajes de los estudiantes no se corresponden proporcionalmente con el posicionamiento e imagen que la ciudad ostenta en la escala nacional?
Cuan necesario es para bien de la ciudad resolver estos paradójicos contrastes y colocar en blanco y negro el estado del arte real de la educación, para lograr ser mas asertivos en las decisiones.
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