Pbro. Rubén Darío García


Has escuchado muchas veces la expresión: "el que no sabe es como el que no ve". Claro está, el que no conoce, no ve. Del mismo modo podremos reflexionar sobre el sentido de nuestra vida: como no lo conocemos, no lo vemos y por lo mismo pasamos nuestra existencia buscando ‘la dirección’ y, podemos pasar por este sentido, varias veces, pero como no vemos, perdemos el tiempo, llega cansancio, nos desalentamos y hasta perdemos la virtud de la esperanza, a lo que corresponde la llamada ‘depresión’.
Hoy la Palabra de Dios viene a responder a esta búsqueda de sentido que tienes. Lo que da verdadero ‘sentido’ a tu vida es Amar. Sí, Amar de una manera específica: dando la vida, porque "no hay mayor amor que dar la vida", esto es, entregarla, gastarla con ‘sentido’ real del por qué ‘gastarla’. La clave está en el Amor a los demás: "Este es mi mandamiento —dice el Señor Jesús— que se amen unos a otros como Yo los he amado". Esta expresión ‘como Yo’ exige mirar la Cruz y captar allí su significado: ‘muriendo hasta dar la última gota de la sangre’. Antes se decía: amar como a sí mismo. Ahora, en este tiempo del Mesías Cristo, se trata de algo mayor: ‘como Yo’, esto es, ya no en la medida del amor a mí mismo, sino en la nueva medida del Amor Ágape: ‘sin límite’, hasta despojarse de todo, de mis intereses particulares, de mi manera de ver, de mis propios proyectos, de mi yo.
Piensa en tu relación de pareja, o con tu jefe, o con tus hijos, o con tus amigos o hermanos. Cuando priman mis intereses personales, mi manera de ver, mis propios proyectos, la búsqueda de la relación está marcada por un combate: hacer que el otro piense como yo, busque lo que yo deseo, vea como yo, cambie sus proyectos por los míos y hasta, me esfuerzo porque al otro le guste lo que a mí me gusta. Sólo que, a causa de la primacía del mi yo, ‘yo’ no estoy dispuesto a querer lo que la otra persona quiere, a buscar desear lo que la otra persona desea, a intentar mirar como la otra persona mira; incluso, me cuesta llegar a pensar que puedo compartir situaciones o gustos del otro, que a mí ‘no me gustan’ con el fin de ganar la relación sana con el otro.
Esta capacidad de ‘morir’ por el otro es el fruto de la Pascua. Así como Jesucristo ha sido amado por el Padre, así —nos dice Él mismo— "los he amado Yo". Y es por esto por lo que nos pide: "permanezcan en mi amor". Porque si permanecemos en su Amor, seremos capaces de Amar como Él. Sólo que, debemos entrar en una intimidad de amistad con Él para lograr tal fin: "a ustedes los llamo amigos, si hacen lo que Yo les mando. A ustedes, no los llamo ‘siervos’ porque el siervo ‘no conoce’ lo que hace su Señor; a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer". La gran noticia es que, Él mismo nos ha entregado este Amor, sin distinciones, es decir, a todos, también a quienes todavía no creen porque no lo conocen. Y este regalo de Amar así, al enemigo, al que no está de acuerdo conmigo, al que me destruye, busca sólo una finalidad: para que tengan la Alegría verdadera y ella llene toda su existencia. ¡Qué bueno Amar así! Y lo mejor de todo, es que por el Bautismo ya podemos Amar así, por el ‘germen de la fe sembrado en ese momento. ¡Arriésgate a Amar así! Verás cómo se transforma tu vida.
Miembro del Equipo de Formadores en el Seminario Mayor de Manizales
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