Pbro. Rubén Darío García


Te invito a detener por un momento la lluvia de pensamientos, proyectos que has tenido en esta semana y enfoques tu atención en las dificultades y dolores que has vivido; en fin, coloca lo que estás viviendo en este momento y si es tremendamente difícil de superar, guarda en tu corazón esta Palabra que hoy llega con poder para tu vida, aquí y ahora: “Mira, yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce”… frente a todos los enemigos que se presentan más poderosos que tú y quieren destruirte.
Observa con qué convicción y seguridad te habla hoy el Señor: Estos enemigos “lucharán contra ti, pero no podrán, porque yo estoy contigo para librarte”. Interioriza esta certeza: ninguna situación grave y difícil, por grande que parezca, podrá contra ti, porque el Señor está contigo. Es la maravilla de la fe. Dios responde prontamente porque jamás se ha apartado de tu lado, siempre ha estado allí, aunque la tormenta y la oscuridad hayan opacado su presencia ante tus ojos.
Bueno, podrías preguntar: pero, ¿cómo ha estado a mi lado el Señor y yo no lo he sentido? ¿Quién me garantiza que esto es cierto? Esta es la respuesta: el amor es la prueba. Sólo el amor con mayúscula, el ágape, esto es, el amor de donación total.
Jesús, es el amor donado totalmente por el Padre para que tú y yo pudiéramos vencer todo aquello que nos destruye. Él es la verdadera Paz. Es por esto por lo que debes ambicionar tener este amor, el cual, viene “de arriba”, y puede decirse sin equivocación, que es el camino ideal para alcanzar la felicidad plena.
Medita: “Este amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia; goza con la verdad”. Pero, ¿quién puede amar de esta manera? Jesucristo. Basta que mires la Cruz y ella será para ti la mayor prueba. Ha sido por ti, porque te ama. ¡Es verdad! Hoy se cumple esta Palabra en tu vida.
Si logras amar así, siendo paciente, afable, servicial, sin envidia, sin soberbia, sin acumular rencores con los que te han herido, sin alegrarte con la injusticia que ha llegado sobre alguien que sientes no querer, si te gozas con la verdad, entonces: “hoy se cumple esta Palabra en ti”. ¡Qué bendición! Entonces podrás ser profeta. Es decir, podrás llevar esta manera de amar a otros en cualquier lugar donde te encuentres. Eso sí, debes prepararte: “Un profeta no es bien mirado entre los suyos, en su tierra”. Pero atención, la Palabra dice “no es bien mirado”, no dice que “no será profeta”. Es decir, sí puede ser profeta, pero no será bien mirado. Habrá pruebas y persecución. Pero no te desanimes, esto será el sello de que lo que anuncias viene de Dios y no de ti. Sigue amando con este Amor. No te arrepentirás jamás de haber amado así.
Miembro del Equipo de Formadores
en el Seminario Mayor de Manizales
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