Eclesiástico 24, 1-4. 12-16; Salmo 147; Efesios 1,3-6.15-18; Juan 1, 1-18

LA PATRIA | MANIZALES

En este nuevo año necesitas, para alcanzar la plenitud de la felicidad, tomar posesión de la sabiduría, es decir, tener dentro de ti la capacidad de amar y darte sin medida, sin esperar recompensa alguna, tomando la iniciativa, como por ejemplo: pedir perdón de primero, aunque hayas sido la persona ofendida; consolar, sin esperar tú ser consolado; entregar, sin esperar las gracias de quien recibe. Se trata de un amor gratuito: te amo y basta. Ni siquiera tienes que cambiar para que yo te ame, porque habitualmente este cambio es una exigencia de mi ‘yo’, de la manera como yo veo y pienso las cosas. Con seguridad se producirá un cambio en la persona amada, pero este cambio no fue requisito previo para yo poder amarle.

Suena difícil amar así ¿verdad? Porque siempre estamos esperando la recompensa del otro: de tu compañero o compañera, de tu esposo o esposa, de tu hijo o de tu hija, de tu papá o de tu mamá, de tu hermano o hermana, de tu novio o de tu novia, de tu amigo o amiga. Es impensable que puedas sentir que alguien te ama gratuitamente, ¿por qué? ¿Será imposible que alguien te acepte así como eres? ¿Que no te ponga etiquetas para poder amarte? ¿Qué ni siquiera te juzgue cuando te equivoques? Es más, te declara inocente pensando: ‘si hubieras sabido el daño que me causarías con tu actitud, seguramente, no lo habrías hecho, fue fruto de un engaño’, es por esto por lo que ‘yo te perdono’.

Pues este amor ‘gratis’, es el que has recibido de Dios, porque Dios ama así, Él es el Amor. Y este amor, esta manera de amar gratuitamente, se ha hecho concreta, ha tomado carne en la persona de Jesucristo. Es por esto por lo que hemos cantado al recién nacido, hemos realizado una novena de espera gozosa y ahora estamos celebrando este tiempo bellísimo de la natividad. Este Niño, recién nacido, es la misma sabiduría hecha carne, la que necesitas para ser feliz; mejor dicho, la sabiduría es la felicidad; tenerla, es ya garantizar que sabes vivir, que te vas a gozar tu existencia porque puedes amar. Cuando lo comes en la Eucaristía, ya no sólo lo contemplas para adorarle, ya lo posees dentro de ti. Este es el Pan bajado del cielo, es el maná que te alimenta en las horas de desierto, es la luz que da sentido a los momentos de oscuridad, es la paz en tus momentos de tormenta, es la vida que emerge en tus horas de muerte.

Para ayudarte a creer esto te invito a ir a tu biblia. Tómala en tus manos y observa con tus propios ojos estas citas: Mt 11,28, te dice qué es la sabiduría: “El descanso de tu alma, la humildad de corazón, la carga ligera”, es decir, la vida feliz. El libro del Eclesiástico hoy canta a la sabiduría: “Ella será ensalzada… recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos”. Ahora bien, ¿cómo poseer esta sabiduría? “Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados”; vengan a mí… es decir, vengan a Jesucristo —Verbo hecho carne. Él te dice: conóceme, acéptame y déjame entrar dentro de ti. Entonces, tu fatiga desaparecerá, tu carga se te aligerará, ¡podrás amar! Para llegar aquí hay que desear tenerlo: Eco 24,19 y te saciarás de su fruto: “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin, al que tenga sed yo le daré a beber gratis agua del manantial”: Ap 21,6. Observa: “te dará a beber del manantial ‘gratis’, sin pagar, porque Él ya pagó por ti.

Todo esto lo deseaste cuando dijiste: ¡Feliz Navidad! Y espero haya sido lo mismo cuando, con tanta alegría hemos dicho: ¡Feliz Año!

Miembro del Equipo de Formadores en el

Seminario Mayor de Manizales

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¿Será imposible que alguien te acepte así como eres? ¿Que no te ponga etiquetas para poder amarte?