Nicolás Aguilar González


Villamaría que con su nombre inmaculado nos muestra el avezado crecimiento y progreso de un territorio con futuro; Supía y el dulce sabor de sus colaciones que solo se compara con el afecto de sus moradores hacia sus visitantes; Pensilvania, la tierra culta, cuna de grandes que con persistencia y entrega dan ejemplo de emprendimiento y éxito; Aguadas y su tradicional sombrero, con su pasado de honor, tierra de guerreros virtuosos; la antigua Anserma, casi cinco siglos de frecuente desarrollo anticipado y de costumbres ancestrales.
Palestina, productividad y responsabilidad con el futuro de Caldas; Norcasia, la juventud que se refleja en las transparentes aguas; Filadelfia donde sobresale la fe, la constancia y el valor; Viterbo y su adornado paseo de esplendorosos samanes, con sus calles amplias y los valles prósperos; Salamina, la tradicional y bien conservada que siempre con paso adelante hoy toma ventaja en el turismo; La Dorada, el puerto bañado por el río Magdalena ubicado en el corazón del país, con sus tierras productivas y sus tesoros aún vírgenes; Neira junto a la melodía de sus bandas, acompañadas del tradicional corcho, ejemplo de cultura en la región; Victoria con su imponente Ceiba refleja la fuerza de sus ciudadanos, allá erguida como recuerdo de persistencia y valor.
Marulanda, desde las adversidades de las montañas y la distancia, el trabajo incesante junto a sus mansas ovejas y el café de alta calidad; de Belalcázar el pedacito de cielo de Caldas, con su Cristo que nos señala los paisajes de valles y montañas; Pácora con San Antonio y Cristo Rey como testigos del desarrollo gastronómico y agrícola; Chinchiná la tierra de oro, capital cafetera del país, testigo del crecimiento ágil de Colombia gracias al producto insignia que no puede desaparecer; Risaralda y la amabilidad de sus ciudadanos, la destellada cuchilla que proyecta la soberanía del viento y el sol; Marquetalia la visión creativa de sus habitantes profundos y abnegados que llevan el territorio siempre por senda triunfadora; San José con su serenidad y juventud arropados de las costumbres y la devoción al creador; Manzanares, lugar de arrieros indomables y pujantes que abrieron paso a la ciudad cordial de Colombia; Aranzazu majestuosa y prestigiosa que desde su inicio marcó la buena ventura del territorio y que hoy mantiene con su productividad agropecuaria; La Merced, puente de conexión para Caldas, que despierta admiración por la persistencia dirigida a su creación como municipio.
Marmato, el tesoro eterno que adeuda gratitud con sus nobles ciudadanos; Samaná, la tribuna caldense que conserva el azul profundo en su río Tasajo recibiendo a sus visitantes mientras choca suavemente con la transparencia del río La Miel; Riosucio, su mezcla de culturas dio paso al folclor que hoy se convierte en tradición, ejemplo de integración y cuna de sabiduría; Manizales, la ciudad del alma que con sus puertas abiertas comparte el testimonio de ciudadanos amables, dedicados, y laboriosos, lugar donde no existe imposible y que se planta para el país con su empuje imparable de innovación y crecimiento.
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