Esta columna quiere así titular este escrito, pues el Departamento de Caldas con todos sus habitantes e instituciones debe estar feliz, porque Guido Echeverri refrendó con creces esta dignidad al tomar posesión como nuevo gobernador de esta tierra nuestra, siempre expectante.
Hoy en Colombia tener esa suerte tan escasa es algo de celebrar con toda la pompa que merecen sus mejores hijos. La situación moral de la política nacional produce grima. En la actualidad está haciendo agua, aunque uno puede decir tranquilamente que esto ha sido así desde el primer día de la instauración del país como república, y Santander como presidente encargado. En esos momentos, final de una guerra cruel, de un préstamo solicitado y concedido al Reino Unido, solo llegó a las arcas públicas algo así como una tercera parte de lo recibido.
La vida de Guido Echeverri es clara como el agua pura. Fácil de recorrerla tantas veces como se quiera. Allí no se encontrará nada distinto de la academia y la docencia. Nada más noble y bello en un ser humano. Quien esto escribe siente gran envidia, ya que su espacio vital dedicado a la docencia fue muy corto. Otros menesteres lo empujaron hacia lares y actividades de otro orden. De pronto la vida acumuló muchos años y de pronto se encontró que, tantos abriles ya no tenían reversa.
El nuevo gobernador, bien lo sabe, encuentra unos habitantes de sentimientos disparejos. Todos aman su tierra, pero de diferente manera. A la alta clase de Manizales, así autollamada, poco le importa la dinámica de su ciudad, pero sí la comodidad que le brinda por su tamaño y acceso fácil a lo que su forma de vida le demanda.
Para fortuna de esta capital, los pueblos vecinos, todos de buena raza, la nutren con alto mérito y valía, formando en crescendo, una clase media alta que inyecta a Manizales personalidad y progreso. Sus gentes son los primeros de salir a la palestra cuando sus autoridades, gobernador o alcalde tocan diana.
Pero lo más importante y valioso de la sociedad caldense son sus universidades. Todas ellas con el variado número de facultades ganan prendas cada año hasta lograr la altura nacional e internacional, con que hoy se distinguen. Sus rectores gozan de los más apreciados prestigios académicos y sociales. Hoy ser egresado de estas aulas sagradas, constituye la mayor presea académica y profesional.
La clase política caldense es débil y manejada por cabecillas sin peso alguno en las esferas nacionales. Su complejo y bajo autoestima, no alcanza una voz para representar a Caldas, así el talante de los contertulios oficiales y políticos a nivel nacional tampoco es que den la talla.
La fuerza de Manizales y Caldas, señor gobernador, ya no está en la sociedad que en tiempos atrás las representó con dignidad y fuerza, reconocida en todo el país. Ahora se asienta en las universidades con sus rectores, profesores, estudiantes, egresados y todo el personal docente y administrativo que las rodea. No es fácil encontrar otra ciudad en Colombia que tenga tanta concentración mental sumada, dedicada a la ciencia, a la docencia y a la investigación. Y amante como pocos, de su Alma Mater y de la ciudad que la acoge.
Caldas está feliz con su llegada a la silla consistorial de su ciudad capital. La gran mayoría que lo eligió en las urnas, nunca antes registrada, y el fervor ciudadano que lo acompañó en su posesión, son testigos fieles de su solidaridad y esperanza.
No es fácil ser gobernador de Caldas en estos momentos. Su estado financiero padece de muchos males. El paupérrimo efectivo que logra llegar a sus manos, en su mayor parte se tiene que dedicar a rescatar el Departamento de las tinieblas de la vergonzosa ley de quiebras donde se halla, para lavar sus pecados mortales, es decir sus deudas producto del desgreño y del escamoteo administrativo.
La Industria Licorera de Caldas, una empresa industrial cuyos productos alcanzaron fama y prestigio tanto en el país como en el exterior, fue convertida como caja menor, y muchas veces mayor, de los políticos regionales hasta desvalijarla casi por completo. Fue por años soporte económico de los programas departamentales. Hoy, puede decirse, es su lastre.
Pero ánimo señor gobernador. Su honestidad limpiará todos estos baches y con ella a cuestas encontrará el respaldo ciudadano que usted requiera ya que los caldenses con las gentes de Manizales a la cabeza, hastiados de ser los segundones en la vida nacional, le darán todo el respaldo para que esta bella región retome la luz que la llevó a ser una de las más florecientes de Colombia.
Perdón señor gobernador, perdón señor director que me extienda en estas líneas. Permítanme que me incline ante Manizales que está de luto y llora la partida de uno de sus hijos más emblemáticos. Eduardo Arango Restrepo fue en todas las escenas de su vida el prototipo de los ciudadanos del pasado que pletóricos de virtudes, honraron a Colombia y a su ciudad natal. Los mismos que hoy se añoran y con fervor se anhelan. Quiero incluir en esta venia dolorosa, a sus hijos y a toda su ilustre familia.
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