Cuando no es lanzando insidiosas afirmaciones contra el proceso de paz, el señor Lafaurie de Fedegán dedica frecuentemente sus artículos a denostar contra quien esta nota escribe. Respondo el último de ellos.
Vive molesto porque desde el Ministerio de Agricultura resolvimos -como se dice en Antioquia- levantar la enjalma de Fedegán y encontramos un lomo lleno de ominosas mataduras que habían estado ocultas durante varios años, para los más de 400.000 ganaderos que, con sus contribuciones, mantienen dicha Federación.
Su cólera la expresa en primer lugar diciendo, como no se cansa de hacerlo, que mi gestión al frente del Ministerio de Agricultura fue desacertada. Los ministros somos como los toreros: quien tiene la última palabra es el respetable público. Yo me limito a constatar que durante los tres primeros años de gobierno Santos, cuando estuve al frente del Ministerio, la agricultura creció en términos del PIB sensiblemente mejor que durante los tres últimos años del Gobierno que antecedió al del presidente Santos.
Vive energúmeno, en segundo lugar, porque el Ministerio le reclamó a Fedegán una estructura más democrática. Y resulta que él estaba enseñado a manejar -y todavía sigue manejando- una estructura cerrada que exhibe una deplorable representatividad de los ganaderos que pagan las cuotas. La Corte Constitucional ha subrayado que si una entidad privada recibe el encargo de manejar un Fondo Parafiscal debe acreditar índices amplios de democracia en sus órganos directivos. Atributo con el que no cumple Fedegán.
Vive muy molesto también porque una auditoría especial que contrató el Ministerio, después de un proceso abierto y transparente al que se presentaron varias firmas y con el que se seleccionó por méritos a la mejor de ellas, produjo un dictamen muy negativo sobre la gestión de Fedegán. Vale la pena anotar que esta auditoría no costó como dice Lafaurie mil millones de pesos. La auditoría se contrató, por recomendación de la propia Contraloría General de la Nación, para analizar la gestión de tres fondos: el de la leche y la carne, el del cacao y el de hortifrotícula. De manera que el costo que tuvo aquella auditoría -que tanto le molestó- no fue sino una tercera parte de la cifra con la que se rasga las vestiduras el señor Lafaurie.
Y por último: anda ahora indignado porque un reciente concepto de la Controlaría General de la Nación reitera lo que en varias ocasiones le advirtió el propio Ministerio durante mi gestión: que no era prudente comprometer, como lo hicieron las directivas de Fedegán, cerca del cuarenta por ciento del patrimonio del Fondo en capitalizaciones y avales para la fracasada empresa Friogán, la cual, por haber sido mal manejada desde un comienzo (y no por la expedición del Decreto 1500, como ahora aduce malintencionadamente Lafaurie), tuvo que declararse en insolvencia. Arrastrando de paso nada menos que al Fondo de la carne y de la leche, propiedad de 400.000 inocentes ganaderos, y cuyo patrimonio está hoy en día en entredicho por los manejos descuidados de Fedegán. Hecho inédito en la historia de la parafiscalidad colombiana, en el que por primera vez un fondo de esta naturaleza se ve envuelto en un proceso de insolvencia.
Graves cosas todas ellas. Ojalá el Ministerio de Agricultura las evalúe con el cuidado que le corresponde a quien tiene el deber de valorar la idoneidad de los que, como Fedegán, manejan fondos parafiscales.
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