Daniel Gómez Gaviria


Uno de los propósitos de la política industrial, según la literatura reciente sobre el tema, es la transformación productiva. Lograr la diversificación y sofisticación del aparato productivo y de la canasta exportadora logrando producir y exportar bienes con más valor agregado que de paso también suelen ser los bienes que exportan los países más ricos. Este propósito también es una de las metas que se ha trazado el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Propósito prioritario frente a la caída de los precios de bienes básicos que componen más del 70% de la canasta exportadora colombiana.
La caída de los precios de bienes básicos, y en particular del petróleo, disminuye la demanda por pesos colombianos y en un régimen de tasa de cambio flotante se refleja en una depreciación de la moneda. A su vez, la depreciación del peso favorece a exportadores colombianos que pueden competir en precios en mercados internacionales. La tasa de cambio es entonces un estabilizador automático. Esos son los efectos de primer orden que sugieren que la depreciación contribuirá a la diversificación de nuestra canasta exportadora. Pero, ¿habrá otros efectos que puedan desincentivar la transformación productiva?
La depreciación del peso tiene varios efectos que van en la dirección contraria a la diversificación. Por un lado, el servicio de la deuda en dólares de empresas colombianas se encarece. Un primer efecto que golpea negativamente las posibilidades de inversión, diversificación y crecimiento. En segundo lugar, la importación de bienes de capital, bienes intermedios e insumos, se encarece. La posibilidad de saltar a la frontera de posibilidades tecnológicas importando nuevas tecnologías que contribuyan a la transformación productiva se vuelve más costosa. La posibilidad de usar los mejores insumos y bienes intermedios en los procesos de producción se complica también retrasando la transformación productiva buscada.
Además de estos dos efectos, existe otro igualmente contraproducente. Con una tasa de cambio más favorable, existen menos incentivos a aumentar la productividad. La depreciación de la tasa de cambio hace las veces de un aumento de productividad que permite que las empresas colombianas compitan en mercados de exportación.
La coyuntura actual debe ser vista como una de retos y oportunidades. El reto de generar oferta exportable y aprovechar el acceso preferencial que se ha negociado en los 10 acuerdos comerciales vigentes y así reemplazar las divisas petroleras no puede ser un ejercicio pasivo que dependa de ganancias en competitividad vía depreciación del peso. Debe ser la oportunidad de dar ese primer paso hacia la exportación aprovechando una tasa de cambio favorable pero sin dejar de hacer las inversiones requeridas para aumentar la productividad en el largo plazo. Solo con innovación en productos y procesos que se reflejen en aumentos importantes en productividad multifactorial se podrá garantizar un aumento a largo plazo en oferta exportable. Una oferta que refleje la diversificación y la sofisticación del aparato productivo. La tarea es tanto de empresarios como del gobierno. Un gobierno comprometido con una política de desarrollo productivo moderna que sea complementaria a la iniciativa privada con provisión de bienes públicos sectoriales e incentivos para la innovación y el emprendimiento así como la reducción de los costos-país. La transformación productiva se puede lograr, pero no será automática. La depreciación, como muchos efectos en economía, tiene sus pros y sus contras.
* Las opiniones expresadas son a título personal y no comprometen al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
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