Augusto León Restrepo


En el asunto que vamos a tratar, es necesario que se tengan en cuenta algunas precisiones. En unos pocos meses se cumplen dos años de las elecciones populares para elegir Gobernador de Caldas. Con Julián Gutiérrez y Eugenio Marulanda nos presentamos en busca del respaldo de nuestros paisanos y en unos civilizados debates abordamos el problema de Aeropalestina o Aerocafé, que en ese momento, como ahora, era controvertido y controversial. Creo que al unísono dijimos que sería prioridad del ganador empeñarse en buscar el desentrabamiento del proyecto y su viabilidad, para lo cual acudiríamos a los poderes centrales y a la solidaridad de todos y cada uno de los actores de la política y el sector privado en Caldas, que nos permitiera salir de la laguna, o más bien, del profundo mar en que se ahogaba la iniciativa.
Ganó Julián y hasta el día de hoy, la luz al final del túnel está todos los días más lejana. Por elemental elegancia con quien me ganó la lid electoral, me abstengo de calificar su mandato y en este caso específico, su accionar administrativo, pero el hecho es que la indefinición del gobierno departamental y nacional aparece de bulto. Ninguno quiere aterrizar. Lo que no es tan difícil. Basta que se sopesen los paradigmas técnicos, financieros, de conveniencia, a la hora presente y se defina de una vez por todas si el elefante de Palestina puede abrir sus orejas y volar como Dumbo, o se le da sepultura y se entierran con el paquidermo las sentimentales ambiciones de centenares de ciudadanos de Manizales y municipios circunvecinos, que esperaban de esa realización un generoso futuro económico, social, turístico, industrial.
Lo que no es presentable es darle larga a la indiferencia, a la dilación. Si se va a continuar lo de Aerocafé, que así sea, pero garantizando su culminación y reargumentando sobre su conveniencia. Si no, que se aborte el proyecto y se mire qué se va a hacer con los terrenos de Palestina y cuál será la suerte de La Nubia. Como dicen ahora, algunos estamos mamados de que Aerocafé no tenga reversa pero tampoco acelerador.
Esperamos que este debate se reabra dentro de la más estricta seriedad. Y sin estigmatizaciones. Con serenidad. Porque en las sociedades hay convicciones sensibles y fundamentalistas que quienes las esgrimen apelan a los más tribales razonamientos descalificatorios. Con sentido común y lógica, varios ciudadanos vamos a sostener que el Aeropuerto del Café es la empresa fallida más gigantesca en nuestra historia regional. Y que como fallida, hay que rematarla, liquidarla, declararla en crac. A esa conclusión nos lleva el haber indagado sobre sus aciertos y desaciertos, lo que nos impele a conclusiones que solo buscan a nuestro entender, evitar la insistencia en errores garrafales de planeación, cálculos financieros, técnicas ingenieriles equivocadas y derroches pecaminosos del dinero público.
Por esta postura, no dejamos ni dejaremos de ser manizaleños ni caldenses. Ni mucho menos pereiranizantes, para utilizar una expresión que se me acaba de ocurrir. Y por consiguiente, quienes pretendan excomulgarnos, encontrarán en nosotros a respetuosos polemizantes, siempre y cuando el debate sea de altura y lo visceral brille por su ausencia. Pero se nos pasaba por alto. No se trata de nada personal. Ni lo que exponemos es contra nadie en particular. Los presuntos implicados en las fallas o errores, los indiciados o sindicados, deberían concurrir con tesón e insistencia ante las autoridades para que les aclaren su proceder y dejen de estar en boca de los correveidiles de los corrillos y de las fauces caníbales que por aquí proliferan. Y las autoridades que conocen de las denuncias en su contra, fiscalía, contraloría y procuraduría, están en la perentoria obligación de deducir responsabilidades y señalar los yerros y las indelicadezas o delitos, si es que se cometieron, sin más dilaciones ni aplazamientos. ¡Qué desidia y desinterés investigativos! No es labor de los periodistas erigirse en tribunales. Debemos respetar por sobre todo, la presunción de inocencia. Manos a la obra.
Quien disparó estas inquietudes fue Germán Cardona Gutiérrez, ingeniero civil, exalcalde de Manizales, exgobernador y exministro de Transporte, conocedor de primera mano de lo que ha sido la historia de Aerocafé en reciente entrevista con LA PATRIA.
Y ¿saben qué es lo que más me ha sorprendido? Que nadie, absolutamente nadie, haya salido a la palestra, para corroborar o controvertir las opiniones de Cardona Gutiérrez, salvo el ingeniero y profesor Carlos Enrique Ruiz, quien con todos los fierros aceptó mi invitación para que terciara en esta difícil lidia de un toro que hay que coger por los cachos o por la trompa, antes de que se nos convierta en un fosilizado mamut antidiluviano. Continuará, porque el espacio que me dan para la columna ha terminado. (Lo de Carlos Enrique Ruiz se puede leer en Eje 21 del 8 de abril).
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