Jorge Enrique Pava


Estamos convencidos de que la paz la necesita Colombia y de que hay que agotar hasta el último recurso para conseguirla. Estamos convencidos además de que los acuerdos de guerra se hacen entre enemigos y de que en esos acuerdos las partes tienen que sacrificar muchas cosas para lograr un término medio que las satisfaga y permita terminar las diferencias. Por eso aceptamos que, así como se pudo lograr la paz con las Auc, en el proceso actual se puede llegar a terminar el conflicto con las Farc y el Eln a costa de sacrificios muchas veces difíciles de digerir.
Pero con el transcurrir de los días nos encontramos con que, en apariencia y de acuerdo con sus intervenciones, el Gobierno Nacional decidió cambiar de enemigo. Ya no hay nada que negociar con las Farc; ya no hay nada que objetarles, ni nada que modificar, porque lo acordado hay que imponerlo por encima de la voluntad democrática. Ahora hay que vapulear, minimizar, ofender y atacar es a los más de seis millones de colombianos que votamos por el No y que triunfamos en el plebiscito.
Para el presidente Santos los votantes del No tenemos que ser atacados sin misericordia y pasamos a ser los culpables de todos los males de Colombia. No ha podido asimilar la derrota, lo que lo ha llevado a emprender una campaña internacional de desprestigio de su propia democracia, a pesar del inmenso daño que le causa al país. Sus discursos parecen redactados por Benedetti o Teodora y no se ha detenido en calcular los inmensos costos que le pueden traer al país.
¿De manera pues que quienes votamos por el No somos ignorantes y mentirosos? ¿Quien no se arrodille ante el poder, ante la mermelada, ante las dádivas y ante la perversión estatal, merece entonces los peores calificativos y los más ofensivos tratamientos? ¿Quien no haga lo que a Santos le dé la gana, es enemigo de la Patria? ¿Los contrarios con quienes hay que negociar y a quienes hay que maltratar somos los ganadores del plebiscito? ¿Quienes votamos por el No lo hicimos manipulados, desinformados y obedeciendo a oscuros intereses? ¡No!
Dijo en apartes de su primer discurso en el Reino Unido que “El miedo y el rencor pesan más que la esperanza y el perdón” y que el triunfo del No “obedece a una campaña de desinformación y de mitos”. Lo que no ha visto el presidente es quién es realmente el mentiroso, quién realmente desinforma y quién acude al miedo y al terror para obtener sus objetivos.
Se le olvida al presidente que en su campaña dijo firmar en piedra o en mármol que no subiría los impuestos; hoy vamos para la tercera reforma tributaria donde no solo se subirán tarifas sino que aumentarán las bases y los conceptos objeto de tributo. Se le olvida al presidente que para conseguir su triunfo, aseguró seguir en la lucha frontal contra el terrorismo y los terroristas; hoy lo vemos como su principal aliado. Se le olvida al presidente que aseguró, al peor estilo farianoque, de ganar el No, amaneceríamos en una guerra urbana de incalculables proporciones; la misma noche de su derrota vimos todo lo contrario. Se le olvida al presidente que sus votos fueron logrados a través de la figura de Álvaro Uribe Vélez; al día siguiente lo graduó de su peor enemigo. Estas y muchas otras cosas más se le olvidan al presidente y, aún así, nos acusa a nosotros de mentirosos y desinformadores.
El presidente no debería posar de camorrero ni de desestabilizador. No se le puede olvidar que acaba de ganar el Nobel de Paz y que no le queda nada bien exponer ante el universo sus rencores, sus iras y sus sentimientos retaliativos. Por el contrario, esa credibilidad que se ha empeñado en ganar (¿o comprar?) ante el mundo lo debería llevar a manejar un discurso más cordial y pacífico para que lo que ha ganado en admiración por su constancia en la búsqueda de la paz, no se convierta en la prepotencia que produzca la discordia nacional en Colombia.
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