Mario César Otálvaro

LA PATRIA | Bogotá

Prueba de fuego contra el Tolima –el que derrotó a Nacional, no el desabrido de comienzo de campeonato– supuso anoche la presentación del Once Caldas por la quinta fecha de la Liga que está volando, y que el próximo martes lo pondrá en Bogotá ante Fortaleza.

Desconozco lo que sucedió frente al equipo de Gamero, y sin demeritar los rivales anteriores –aunque Alianza y Jaguares son de lo flojito que tenemos en el torneo– este partido pudo dar un punto más fino acerca de lo que puede alcanzar el grupo comandado por Torrente.

Una victoria no solo lo impulsó en la tabla teniendo un juego pendiente, sino que pudo calibrar en mejor medida las opciones por la condición del contendor. Una derrota, o el empate, que igual caben dentro de lo normal, simplemente habría que analizarlas desde el cómo.

Porque no hay discusión en torno a lo que vemos, un cuadro contundente sin poder atacante, con excelentes transiciones sin grandes volantes de armado, y potentísimo en defensa, ahí sí dentro de la lógica por la calidad de jugadores y el trabajo acumulado.

Total, se nota labor táctica, es evidente que hay un ordenamiento desde el banco, Torrente es líder, lo respetan y lo acatan, y en el campo el Once Caldas disimula sus debilidades con carácter y entrega, dignos de elogio porque todos sudan la camiseta.

Realidad sustentada en triunfos que van más allá de la inferioridad de los contrincantes, y que corresponden a formas sobrevaloradas en la cotidianidad del entrenamiento como la intensidad en juego ofensivo, el control de pelota, y la rigidez y aplicación en marca

Sin ligerezas en los números actuales porque esto apenas comienza y los balances hay que realizarlos sobre campañas, este Once Caldas hace una exposición confiable en el terreno, elevando su protagonismo en ese plan inicial rumbo a cuadrangulares.

Suficiente para algunos ante la cicatería a la hora de contratar los refuerzos, que entre otras y hasta ahora, muy poco, exceptuando la ilusión que despierta Viveros, y pendientes de Cure y Alessandrini, dos extranjeros increíblemente fuera de forma.

Claro que la llegada de Daniel Hernández, un talentoso que ojalá entienda lo que tiene para meterle más candela, y la presencia de Palomino, si es que algún día se recupera, pueden dar un toque excepcional, inclusive porque sus mismos nombres son gancho.

Sobre el camino se alivian las cargas, dicho lleno de sabiduría, sumado a esa manida frase de que lo ideal es construir ganando, permiten al Once Caldas irse encontrando, sin cantar glorias porque hay una brecha gigante y vendrá el momento de chocar con los históricos.

Abonándole a Torrente el atrevimiento de poner a los jóvenes, lo que también resulta políticamente correcto frente a la hinchada que siempre hallara un motivo de alegría por este hecho, y más si quienes reciben esa oportunidad son muchachos de la tierra.

Estupiñán, Viveros, Marimón, y los locales Salazar, Isaza, Ramírez y Lemos, son muestra de que la necesidad forzó una situación benéfica para al club y para ellos, sin ser producto de la convicción, y gracias a quienes los han forjado y al entrenador argentino que les cree.

Rentable entonces explotar la cantera, sabiéndolos llevar al fragor de la competencia, sin perder de vista que el objetivo está en los resultados deportivos, así haya quienes detrás se froten las manos pensando que solo con esto se salvará la temporada.

Todos estos elementos, conjugados a través de la casualidad porque el proyecto primario no advertía un arranque favorable, mueven el alma del hincha, y despiertan un interés que habla de la importancia del Once Caldas, un club al que a veces le dan manejo de segunda.

Hasta la próxima…

Twitter: @macotal

Destacado

Rentable entonces explotar la cantera, sabiéndolos llevar al fragor de la competencia, sin perder de vista que el objetivo está en los resultados deportivos, así haya quienes detrás se froten las manos pensando que solo con esto se salvará la temporada.