Óscar Dominguez


En principio, el nuevo mandamiento me pareció tomado de Gandhi. O del sacrificado Martin Luther King. ¿O salió del catecismo de Astete? ¿O de algún evangelio apócrifo? Pues no, lo proclamó el nuevo gobernador de Antioquia, Luis Pérez: “Hay que amar en secreto a los enemigos”.
La frase tiene más carne que la fugaz Miss Universo, Ariadna Gutiérrez. Dejó atrás la propuesta del Galileo de poner la otra mejilla. O a Víctor Hugo quien sugirió conservar a los enemigos porque son los únicos que cuestionan nuestras certezas.
Es un tratado en el que se juntan amor, desamor, pragmatismo, ironía, sarcasmo, ocultismo, filosofía, cristianismo… y ajedrez.
En el nuevo catecismo del gobernador queda al descubierto su vena de ajedrecista. Kasparov, el excampeón mundial, suele decir que si no hubiera tenido un adversario como Karpov no habría llegado tan lejos.
Al proclamar su doctrina de amar en secreto, Pérez Gutiérrez dejó salir la boa que lleva por dentro. Boa le decían a otro excampeón mundial, Petrosian, quien "abrazaba" a sus rivales pero terminaba triturándolos.
Fue lo que hizo Pérez Gutiérrez con su antecesor, Sergio Fajardo, y con los cacaos paisas que no lo apoyaron. Les dio hasta con su cédula 7.031.781 en el discurso de posesión aunque para dorarles la píldora aclaró que no gobernará con espejo retrovisor.
Tal vez por eso les encimó la Oda a la alegría, de Beethoven, también utilizado por los vendedores de paletas para promocionar sus delicias heladas con “Para Elisa”.
Claro que el nuevo catecismo debería formularse así: ama a los enemigos en secreto, pero desguázalos en público.
No se quedó en mero blablablá el gobernador Pérez. Decidió innovar en materia sartorial. Su prosa de gobernante hizo juego con la moda que revolucionará la pasarela masculina criolla.
En su columna de El Mundo, Carmen Vásquez observó que Pérez Gutiérrez lució camisa de botones y ojales rojos que iban con sus mancornas y la corbata color Bernardo Guerra Serna. Que no falte la chapa verde de su correa que salía con el último bus a Cañasgordas, terruño del ingeniero y matemático puro.
En solidaridad con el nuevo César, en la posesión hubo mucha corbata roja. Incluida la del excacao Augusto López, uno de los empresarios que apoyó a Pérez, y de quien no se ha dicho que se pasó al Sisbén.
Lo que las presentes y futuras generaciones quisiéramos descifrar es el íntimo diálogo sostenido entre el gobernador y el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez. La “charla” se vio en directo por Teleantioquia, canal en el que el nuevo Astete no dejará títere con cabeza.
De espaldas a la cámara, Gutiérrez le hablaba al oído al gobernador y este reviraba. Los lectores de labios están en mora de revelarnos las palabras del gobernador. Tocaría adivinar la cháchara del doctor Fico, otro enemigo personal de la
corbata.
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