Óscar Dominguez


Unos dicen que Medellín nació hace 400 años, el 2 de marzo, cuando se fundó el pueblo de indios de San Lorenzo del Aburrá. Otros historiadores aseguran que la Bella Villa tiene 341 años y fue fundada en 1675 por el oidor Francisco Herrera Campuzano.
En cualquier caso no sobran precisiones para alborotarles las ganas de que nos visiten a posibles turistas:
Si va a tomar el metro no le ponga la mano. El cachivache, único en su especie en Colombia, se detiene solito. (“Ascensor acostado” fue la certera definición que dio del metro un paisa de la llanura cuando se estrenaba ese medio de transporte). Ahora, si desea montar en metro con cargaderas o calzonarias, ahí está el metrocable.
Para recargar las pilas de la buena suerte, lo espera Doña Bastante, la gorda de Botero del parque de Berrío. Doña Bastante no es solo sitio ideal como punto de encuentro sino para emparentarse con la buena suerte: rásquele el ombligo y espere el baloto.
Aconsejable que viaje ligero de equipaje. En los centros comerciales de Medallo puede mercar ropa buena, bonita y barata pa’ todo el año. En Itagüí encontrará ventas de fábrica como arroz, y de paso conoce la capital mundial de la pereza.
Si anda escaso de ideas, es artículo de fe que en Medellín hay cuatro ideas nuevas por paisa cuadrado. No crea que allí todo el mundo se “desbreva” por conjugar el verbo trabajar, trabajar, trabajar. Se tienen confianza pa la rumba.
Un aguardiente no se le niega ni al peor enemigo.
En Medellín e intermedias “barequiar” es una forma de ser antioqueños. Barequiar es lo mismo que pedir rebaja. No pague nunca lo que le pidan por un artículo ofrecido en la calle. Y pregunte por lo que no vea. Siempre pida encimita.
Prepárese para escuchar las mejores exageraciones del mercado. Con esta ventaja: si no le gusta una mentira se la cambian por otra.
Mande la dieta pa’ la porra y aliste el buche para devorar la comida paisa, todo una concesión al colesterol: frisoles, chicharrón, sancocho, sopa de toalla (mondongo).
Dele de comer al ojo dándose una juniniada por el viejo centro. La avenida Junín es un jacuzzi de caderas en los ojos del prójimo. Para la fiesta, aterrice con su vena de bohemio en la zona rosa de El Poblado.
¿Prefiere el turismo filosófico? Visite la casa-museo Otraparte, de Fernando González, en Envigado, cuyos primeros libros eran editados en Manizales. Aproveche para pasar frente a la casa de la maestra Débora Arango y aterrice en el andén más famoso del mundo: el de Envigado, donde en menos de cinco segundos el mesero que lo atiende ya le conoce hasta el ADN.
Los que tienen celular directo con Dios, en la iglesia de la Candelaria ofician misa cada hora durante todo el día.
No se preocupe por llevar mapas para ubicarse. Cualquiera le da una dirección y hasta lo invita a su casa. Pregúntele al primer transeúnte como así que los servicios públicos le llegan en una misma factura.
Si va a Medellín y no da la vuelta a Oriente (Rionegro, El Retiro, La Ceja e intermedias) no estuvo del todo en Antioquia.
¿Hay un tango en su pasado? En la Calle 45 de Manrique, Vaticano del tango, lo alivian de esa nostalgia. Lo mismo en caso de un bambuco embolatado. Por todo lo anterior, dese un duchazo en Medellín, una flor en el ojal del país paisa.
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