Óscar Dominguez


Los mortales a veces quedamos nivelados por lo bajo. Sucede cuando no leemos la letra chiquita, de edicto, de los contratos, de las promociones, de las rebajas hechizas que pululan en diciembre con el nada edificante propósito de quedarse con nuestra quincena y con la volátil prima. En esa diminuta letra, en el “no aplica”, está el diablo, la excepción.
Metámosle historia al asunto: Cuenta Robert Greene, Maquiavelo moderno, en su libro “Las 48 leyes del éxito”, que en la letra pequeña del contrato, los Reyes Católicos le pusieron conejo a Cristóbal Colón. Él había exigido -y logrado- que le reconocieran el modesto diez por ciento de los ingresos que produjeran las tierras descubiertas.
La Reina Isabel, quien mandaba en casa -Fernando le ponía papel carbón a lo que ella ordenaba-, le dijo sí al petitorio de Colón, pero en la letra chiquita le hizo pornográfica pistola. Colón confió en Doña Chava, no leyó la letra menuda y se largó en busca de la India en una travesía en la que sus marineros casi terminan engulléndoselo en paella.
Don Cristóbal descubrió a otras indias, pero el diez por ciento nunca apareció. De habérsele reconocido, sus descendientes serían más ricos hoy que Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim y Óscar Domínguez juntos.
Somos colones que despreciamos la letra chiquita y cuando la leemos, generalmente después de meternos la mano al dril, quedamos viendo un chispero.
De niño solía hacer una buena obra diaria para ganarme el cielo. Como caminar con una piedrita entre los tenis Croydon. O tomarme la sopa. Con el sol de los venados encima, decidí convertirme en defensor de los consumidores. El cielo que me lo den en plata los consumidores compulsivos.
Mi recomendación estrella es no dar ni recibir regalos. (Sobre todo darlos; no recibirlos sería parte de mala educación).
La segunda recomendación es abrir los ojos cuando nos tientan con gangas hasta del ochenta por ciento.
Si la empresa tal jura que revisa los precios de la competencia para garantizarle que le cobra menos, denúnciela.
Si le ofrecen un bono redimible en enero, sepa que luego le exigirán que compre el triple del bono.
Démosle una oportunidad a la curiosidad y leamos la letra menuda. Podremos constatar que de eso tan bueno no dan tanto.
El “no aplica” notifica en letra reducida como el reajuste salarial que equis promoción es solo para ateos zurdos, que si tiene ojos de voyerista tampoco queda cobijado, que si hay un pariente pedófilo en su árbol genealógico, se puede olvidar del asunto.
¿Qué Chapulín oficial nos garantiza que las tales rebajas sí lo son y que los precios no han sido trepados antes de “rebajarlos” en épocas como estas en las que somos falsos ricos por cuenta de una prima que está comprometida hasta las amígdalas, como el incremento salarial del 2016?
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