Óscar Dominguez


El cineasta italiano Pasolini decía que el goleador del campeonato es el mejor poeta del año. Si cumplimos a rajatabla la “jurisprudencia” Pasolini, el título le correspondería a Jefferson Duque quien empaca chiros para hacer goles bajo otros atardeceres.
A espaldas de don Pierre propongo que como poeta del año en 2015 sea coronado el arquero argentino del Nacional Franco Armani.
Si hubiera ganado el Júnior, el rótulo de poeta se lo merecería su colega Viera, su vecino uruguayyyyo. Viera hizo las cosas bien, como los carpinteros incumplidos. Solo que el Júnior fue segundo y el segundo es el primero de los derrotados. La historia se ocupa de los vencidos… para olvidarlos.
Salvo en el caso del reinado de Miss Universo 2015 que se cocinó la misma noche de domingo cuando celebrábamos los primeros quince campeonatos del verde.
“El verde es un color humano, evoca la primavera, no inspira temor”, escribió el neerlandés Cees Noteboom. Soy daltónico pero al verde lo tengo nítido desde chiquito.
En principio, creí que Donald Trump, un pobre que lo único que tiene es plata e ideas xenófobas, había montado una conspiración para arruinarnos la dicha a los hinchas verdes.
Tuve que rectificar ante mi espejo, cuando el peluquín que produce exabruptos recordó que había vendido la franquicia del reinado que le embolataron a la sucreña Ariadna Gutiérrez.
Claro que Trump dijo por fin algo que no fue directo al cesto de la basura: Sugirió que ante el lapsus del presentador, Steve Harvey, deberían aceptarse las dos como reinas universales.
Al mejor estilo del desvirolado Trump propongo que los poetas del año en Colombia sean los arqueros Armani y Viera.
Armani impidió que las camisetas del Nacional estampadas con la leyenda “Orgullo Nacional Campeones 2015-II”, hubieran pasado al museo de objetos inútiles. Ya había ocurrido en 1950 cuando Brasil perdió ante Uruguay en el apabullante Maracanazo. Quinientas mil camisetas quedaron para secar las lágrimas de los vencidos.
Los aplausos se los ganó Armani con su trabajo durante el semestre, y a la hora de definir el campeonato por la vía del azar, también llamado penalti.
Al final del campeonato el azar jugó para Nacional. No de otra forma se entiende el primer gol de Chará contra el Medellín: el jugador pateó con una intención, el balón que no tiene voto de obediencia pensó otra cosa, y se convirtió en gol.
Técnicamente, los finalistas Júnior y Nacional quedaron empatados, concluidos los partidos en Barranquilla y Medellín.
“Cuando dos equipos empatan, ambos pierden. Es una derrota recíproca y humillante”, escribió el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues.
En la definición de los penaltis, Franco, un arquero con apellido de ropa fina, entró a la fugaz inmortalidad gracias a su capacidad para impedir goles. Gracias, poeta Armani, sos grande como La Plata, el río con ínfulas de mar.
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