María Leonor Velásquez Arango


Un municipio dividido en dos comunidades antagonistas, La Montaña y Quiebralomo, una rivalidad tan grande que cada una tenía su parque y su iglesia, hasta que dos sacerdotes, cansados de esta pelea convocaron una reunión en la ‘Calle del Comercio’, para unirse como un solo pueblo, bajo la amenaza de que Satanás castigaría a los que incumplieran este pacto, que se celebró con una fiesta para los Reyes Magos; celebración que dio origen al Carnaval que, en 1915, adoptó como imagen el diablo.
Aunque la figura hubiera podido ser un corazón, pues dicen que cuando el padre Bonafont subió a la cima del cerro Ingrumá y miró al pueblo declaró que debería unirse por el amor, no por el miedo, que fue lo que sucedió; hoy, desde el cerro, la forma del pueblo dibuja un corazón. Esta es parte de la historia del único municipio en Colombia que tiene 2 plazas principales, unidas o separadas, depende del punto de vista, por una sola calle; un municipio bautizado como ‘Río Sucio’ por el lodo invernal que arrastraba el río Supía en la confluencia con el río Imurrá y que más tarde se adoptaría, en 1819, como su nombre oficial.
La topografía de montaña, su temperatura media, la amabilidad de la gente, el nivel de atención, la arquitectura, la variedad de la oferta cultural, la calidad de las vías y la gastronomía, podrían hacer de Riosucio un sitio maravilloso para incluir en una ruta turística; pero, al igual que en otros municipios y tal vez en todo el departamento habría que cambiar la oferta hotelera que sigue siendo muy básica y no tan atractiva para un turista más exigente.
Mientras estábamos en Riosucio me preguntaba ¿Por qué no han logrado consolidar una oferta para turistas interesados en una experiencia cultural exótica y auténtica, digna representante de la declaratoria del PCC? No tengo la respuesta exacta y prefiero quedarme con la pregunta para seguir explorando el tema; sin embargo, creo que la clave de esta situación tiene que ver con la necesidad de definir un foco y articular todos estos elementos en una oferta diferenciada con identidad. La solución no es que les digan qué tienen que hacer, se trata de que sean capaces de trascender sus diferencias para soñar juntos, definir cuál es el municipio que le quieren mostrar al mundo y traducir estos sueños en acciones concretas y resultados.
Los curiosos que viajan por el mundo hoy están buscando experiencias significativas que se graben en su piel y les permitan contar historias inolvidables y esto necesita que superemos el ‘yo tengo, yo hice, lo mío es’, para pasar a un espacio de colaboración que nos permita ser una oferta de turismo atractiva para el mundo.
La invitación suena simple, aunque no sea fácil ponerla en práctica y, es para todos. Necesitamos trascender nuestras diferencias, no se trata de ignorarlas sino de reconocerlas para incorporarlas como parte de nuestra riqueza. Riosucio tuvo en el pasado, y aparentemente sigue teniendo, dificultades para encontrarse y construir un propósito común que los ponga a trabajar juntos. Pero ellos solo repiten en una pequeña escala lo que nos pasa como departamento, como país y en el mundo entero con nuestros vecinos; no somos capaces de convivir, nos cuesta reconocernos en el otro y cuando hay diferencias parece más fácil iniciar una guerra que buscar juntos la solución. No vamos a avanzar en el desarrollo si no somos capaces de ponernos de acuerdo en un propósito colectivo, necesitamos pasar de la competencia a la colaboración, de la pasividad al compromiso, de la desconfianza a la confianza y del individualismo a la construcción colectiva.
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