María Leonor Velásquez Arango


El editorial del domingo en este diario se refería a dos proyectos relacionados con la creación de una cátedra universitaria sobre Manizales; el escrito mencionaba el valor de poner a los ciudadanos a conversar sobre la ciudad para entender mejor la posición del otro, escudriñar en sus razones y encontrar soluciones a los problemas. Estoy totalmente de acuerdo con el valor de estas propuestas y espero que se puedan desarrollar exitosamente y se extiendan a todo el ámbito académico; sería maravilloso que los colegios se unieran a esta idea, poniendo a los niños y jóvenes a pensar y soñar en la ciudad que queremos, no solo como un espacio de formación ciudadana sino como una oportunidad ideal para desarrollar propuestas innovadoras que se puedan articular con otras iniciativas y proyectos de transformación de ciudad.
Teniendo en cuenta la propuesta de valores que se ha planteado en el marco del proceso Estoy con Manizales, pensaría que la idea de una cátedra de ciudad, en universidades y colegios, también podría involucrar la apropiación y fortalecimiento de valores ciudadanos que serían fundamentales para mejorar nuestras relaciones y contribuir a una ciudad más equitativa, donde se reconozca la dignidad del otro. Creo que este es un tema obligado hoy, en la Ciudad, en el País y en el planeta; no podemos seguir pensando que la paz es un tema de ‘expertos’ y de acuerdos de papel, la paz empieza por nosotros y por la calidad de relaciones que estamos construyendo con cada persona que hace parte de nuestra vida diaria.
Este fin de semana me pasó algo que tocó mi corazón y me llenó de tristeza; a uno de los vigilantes que cuida carros, en un sitio al que voy todos los días, se le quemó una parte de su casa, que había terminado de construir con mucho esfuerzo hacía unos meses. Imagínese llegar a su casa y encontrar que falta una pared, que su hijo se quemó una mano tratando de apagar el incendio, que se quedó a la intemperie y sin luz y que no tiene ni la capacidad ni los recursos para arreglarla, súmele a esto que hemos tenido días muy fríos y que además usted tiene cuatro bocas que alimentar. Después de secar mis lágrimas, decidí que tenía que activar una red de ayuda para este hombre y su familia, espero que mi idea funcione en este caso particular, aunque sé que solo son paños de agua tibia para un problema mucho mayor que me genera mucha indignación, no tiene que ver solamente con conseguir recursos económicos, no se trata solamente de dar, sino de darnos y eso incluye el escuchar y hacer gestión; me parece injusto que algunos tengan que aguantar hambre, mientras otros botan la comida; que se abuse y se maltrate a los más débiles, que se masacren niños, mientras el resto estamos con el estómago lleno, calienticos y haciéndonos los que no sabemos nada.
Nos falta solidaridad, como decía una caricatura de Mafalda que recibí en estos días ‘Podríamos incluir lo bueno que hace la gente ¿No? ¡La solidaridad también es noticia!’. Mi querida Mafalda, para que se vuelva noticia, hace falta ponerla en práctica; esto implica salirnos de nuestros propios intereses y preocupaciones personales para pensar en el otro, caminar más despacio reconociendo quién va al lado nuestro, tomarse unos minutos para mirarlo a la cara y saludarlo, no por simple cortesía, sino con interés genuino para saber si hay algo en lo que podamos acompañarlo, ayudarlo o tal vez alegrarnos por su felicidad. Lo reto a que haga una lista de las personas con trabajos sencillos a su alrededor y en la próxima oportunidad tómese un par de minutos y deténgase, salúdel@ por su nombre, pregúntele cómo está y cómo va su familia y permítase tener una conversación con él o ella. Se sorprenderá de lo que puede pasar en esta conversación y tal vez tenga alguien con quién practicar su solidaridad, no espere contribuir a un proyecto grande en su empresa, en la ciudad o en el país, empiece por los que están a su lado.
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