Hace días que la llave del baño tiene un escape y no llama al plomero; tiene que pagar los impuestos del carro y no hace el trámite; sabe que tiene que ir al médico pero no pide la cita; quiere empezar a hacer ejercicio pero no se inscribe en el gimnasio ¿Por casualidad le ha pasado? Esto se llama procastinar, el hábito de aplazar las tareas y los deberes por cosas que nos gustan más, aunque no sean tan importantes. Nos pasa a algunas personas y también puede convertirse en una forma de vida y en un hábito colectivo; necesitamos que pase algo dramático para que nos hagamos cargo de la situación y lo que podría haberse evitado se convierte en un problema mayúsculo que, generalmente, cuesta mucho más solucionar. 
Cuántas veces hemos tenido una molestia física pequeña y no vamos al médico, lo dejamos pasar, tomamos remedios caseros y nos automedicamos hasta que un día sentimos que no podemos levantarnos y cuando vamos al médico nos enfrentamos con un diagnóstico grave que en ocasiones no tiene reversa y quisiéramos que el tiempo se devolviera, pero como decían las abuelas ‘no hay que llorar sobre la leche derramada’. Y yo agregaría, nunca es tarde para hacernos cargo y tomar las riendas. 
Este tema que nos afecta en lo personal, también nos pasa como sociedad e impacta al mundo entero. Si revisamos el último informe de riesgos globales preparado para el encuentro del Foro Económico Mundial que se acaba de realizar en Davos, Suiza, los 750 expertos encuestados están de acuerdo en que los tres riesgos que pueden tener más impacto en los próximos diez años son: La incapacidad para mitigar y adaptarse al cambio climático, las armas de destrucción masiva y la crisis del agua. Es la undécima edición de este informe de riesgos y parece increíble que sea la primera vez que el ranking está encabezado por un tema medioambiental, como si no hubiéramos tenido señales de alarma suficientes en los últimos años. Según los expertos, el cambio climático aumenta los riesgos con relación a la crisis del agua, escasez de alimentos, crecimiento económico, cohesión social e incremento en los riesgos de seguridad; ya veremos cuáles son las recomendaciones que salen de esta conversación entre gurús y, si vamos a hacer algo más que seguir hablando del tema. 
Es probable que las cosas nos sorprendan porque no vemos las señales o porque no queremos verlas o tal vez pensamos que nuestras acciones no harán la diferencia, entonces seguimos haciendo más de lo mismo hasta que el agua, o algo peor, nos llega al cuello y perdemos la capacidad de reaccionar. El mundo cambió y sigue cambiando de una manera cada vez más acelerada y cada uno de nosotros es responsable no solo por lo que hace sino por lo que deja de hacer, por lo que aplaza, por lo que hubiera podido hacer pero no le quedó tiempo. 
Estar alerta y dispuesto a enfrentar los retos y riesgos de un mundo cada vez más complejo es una decisión que empieza por dejar de postergar y ponerse en acción. No es lo que sabemos que tenemos que hacer lo que cambia el rumbo de las cosas, lo que genera resultados es lo que hacemos con lo que sabemos. Para ponernos en acción necesitamos: Creer que nuestras acciones cuentan y pueden hacer la diferencia; ponerle corazón a nuestras acciones, esto es ‘ponerle interés y ganas’; tener un cuerpo dispuesto para avanzar, esto quiere decir incluir algo de ejercicio físico en nuestra rutina diaria; conseguir aliados con inquietudes o propósitos similares que nos apoyen; hacer público nuestro compromiso para que alguien nos lo recuerde cuando estamos perdiendo el rumbo; hacer algo creativo que disfrutemos y nos suba el ánimo, antes de ponernos en la tarea ‘indeseada’; dedicar tiempo suficiente para descansar y recargar baterías; organizarse, eliminar el desorden y todo lo que estorba; dedicar más tiempo a su vida y menos al control remoto; hacerlo ya, sin más excusas ni quejas. Hoy es el primer día del resto de la vida y no sabemos si habrá uno más.