María Carolina Giraldo


Afortunadamente todo termina y por fin acabó el proceso electoral para elegir presidente. Esperemos que estos tiempos más tranquilos nos permitan ponernos de acuerdo sobre el país que queremos e ir zanjando esa polarización que no nos deja construir. Es pues fundamental que no dejemos de hablar sobre la paz, que ésta no sea solo un forma de capturar votos, que podamos practicarla. Como se repitió una y otra vez durante la campaña, la paz es un asunto de Estado, que debe convocarnos a todos.
La paz de La Habana, no significa el fin de la violencia. Si se logra un acuerdo con las Farc, será un símbolo muy importante de un proceso de reconciliación que estamos tratando de estructurar, será el principio de un camino largo por hacer de esta una sociedad más pacífica. Sin embargo, la firma de ese acuerdo no implica que podamos vivir en paz.
Estas últimas celebraciones, algunas de ellas injustificadas (salvo el jueves 19 de junio a las siete de la noche, cuando la Selección Colombia clasificó a la fase de octavos de final de la Copa Mundial de la FIFA, no había mucho que celebrar), demuestran nuestra incapacidad de convivencia respetuosa y son un ejemplo más de que somos una sociedad violenta y violentada. Que una celebración pacífica dependa de que no se beba alcohol, prueba que tenemos graves problemas para vivir en comunidad, así como un tema de salud pública relacionado con las bebidas embriagantes que no se debe desatender.
La violencia no la ejerce, exclusivamente, un grupo armado, ni tienen causas únicas en el negocio del narcotráfico, la pobreza y la exclusión social. La violencia ha permeado todas las capas y sectores de nuestra sociedad y se refleja en el constante irrespeto por el otro y por los bienes públicos. Vivimos en un estado permanente de "sálvese quien pueda", donde el respeto por la vida y dignidad humana, en muchos casos, es considerado un símbolo de debilidad y hasta de bobada.
Vasili Grossman, experto en retratar la violencia desde la perspectiva de quien la sufre escribió: "Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres por justificarlo han sido en vano". En esa frase se podría cambiar la palabra guerra por celebración, parranda, partido de fútbol, accidente de tránsito ocasionado por conductor borracho y sigue siendo igualmente válida.
El slogan del Gobierno para concientizar a los ciudadanos de la importancia del proceso de La Habana es: "La paz es posible, preparémonos para la paz". Esa preparación no puede ser un asunto pasivo, no es esperar y apoyar, únicamente, lo que se está negociando con las Farc. Prepararnos para la paz también implica hacer un aporte personal a una sociedad más pacífica y más respetuosa.
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