María Carolina Giraldo


La semana pasada fue publicada la encuesta de Percepción Ciudadana Comparada 2015 de la Red de Ciudades Cómo Vamos, donde Manizales ha sido calificada como el mejor vividero de Colombia, con una percepción favorable de los ciudadanos encuestados del 92%. Los datos positivos de la encuesta de Percepción Ciudadana suelen tener críticos, así como ese índice que afirma que Colombia es uno de los países más felices del mundo.
Una de las observaciones más recurrentes a este ejercicio es que se trata de una encuesta de percepción y que los manizaleños somos dados a vivir de las apariencias y del qué dirán. Por lo tanto, calificamos bien la ciudad porque nos da pena decir que la estamos pasando mal, que la plata no alcanza o que estamos inconformes con la movilidad o la seguridad; que no se note la pobreza.
La crítica es válida, creo que en la ciudad somos varios los que sufrimos con algún miembro de la familia que se sabe el árbol genealógico de las personas que considera importantes en Manizales y que cada vez que uno presenta a alguien o, simplemente, se refiere a una persona que no puede identificar pregunta: ¿es hijo de quién? Así, encasilla al susodicho entre los que son gente divinamente y los que no. En Caldas esa discriminación es especialmente absurda, porque aquí la mayoría somos nietos de los mismos arrieros que salieron de Antioquia buscando mejores posibilidades de vida, que colonizaron estas tierras quemando monte y utilizando a los hijos como mano de obra.
Sin embargo, la situación no es distinta en Bogotá, donde la pregunta no es ¿de quién eres hijo?, sino ¿de cuál colegio saliste? Ahí ya le averiguaron el abolengo. Pero, además, es mas efectivo que el chequeo de la familia manizaleña, porque también se revela la situación económica del hasta ahora desconocido.
Algo similar pasa en el Cauca y en el Valle del Cauca, donde es común que en algunas familias se casen entre primos para mantener la rancia estirpe. Así también, y aunque creamos que los pueblos de la Costa son más abiertos, los chequeos sociales en ciudades como Barranquilla y Cartagena son especialmente estrictos. Ahí las apariencias se mantienen, incluso recurriendo a costosos créditos y sobregiros. También está el caso de Medellín donde, si usted no ha nacido en Antioquia, le queda difícil conseguir un trabajo y ni hablar de un grupo de amigos.
Estos comportamientos sociales tienen algo que decirnos sobre la desigualdad del país. Los chequeos de estrato no se utilizan para garantizar el cuidado del apellido o de la sangre, porque en Colombia, que ha recibido muy poca migración extranjera, los ciudadanos somos el resultado de la conjunción de indígenas, negros y españoles -que a su vez venían bien mezclados-; casi todos tenemos un abuelo campesino. Estas apariencias se mantienen para garantizar una buena calidad de vida. Porque aquí a quien no certifique su abolengo - ¿Usted no sabe quién soy yo?- le queda más difícil acceder a la buena educación, que le permite alcanzar un trabajo bien remunerado, que le deje plata para pagar un servicio de salud decente y para comprar una buena casa, en un barrio bien aparente.
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