María Carolina Giraldo


Ana tuvo su primera hija a los 16 años, cuando todavía no había aprendido a leer ni a escribir. Así formó un hogar, vinieron 4 niños más. Un día, el padre de esa familia se emparrandó, estuvo buena la fiesta y le quedó gustando, hasta que se lo tragó la rumba. Ana, que ya era mayor de edad, tuvo que conseguir cualquier trabajo, una cosa difícil para alguien analfabeta, lo encontró en un bar, trabajaba de noche y de día. Los niños se quedaban solos en la casa, al cuidado de la más grandecita, quien tenía 9 años y la responsabilidad de atender a sus 4 hermanitos cuyas edades estaban entre los 7 años y los 13 meses. Los vecinos denunciaron la situación, los abuelos paternos se quedaron con el único niño, las niñas están en un hogar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF- esperando un lento y probablemente infructuoso proceso de adopción.
La situación de la niñez en Colombia es una serpiente que se muerde la cola. Ana era una niña sin oportunidades que sin darse cuenta terminó repitiendo su historia de abandono y maltrato con sus propios hijos. Si no se detienen los abusos de los niños en Colombia, es altamente probable que en la edad adulta estos repitan las conductas de las que fueron víctimas.
El Instituto Nacional de Salud señaló que en Colombia mueren 5 niños a la semana a causa de desnutrición. En 2013 el Instituto Colombiano de Medicina Legal registró 9.708 casos de violencia contra los niños. Según la revista Semana cada año entran 6.000 niños al programa de protección de ICBF, por abandono o maltrato. Un estudio realizado por la Universidad de los Andes, el ICBF y Unicef determinó que en Colombia uno de cada tres niños vive en condición de pobreza. La masacre del Caquetá es el reflejo más cruel y bárbaro de una práctica común, considerar que los niños son propiedad de los adultos, no personas dotadas con inteligencia y autonomía con las cuales tenemos una responsabilidad de cuidado especial.
El debate sobre la calidad y la pertinencia de la educación en Colombia viene tomando una fuerza importante dentro de los temas de la agenda pública. Sin embargo, esta discusión se ha abordado desde la perspectiva de la modernización del país, desde la necesidad de agregar mayor valor a lo que producimos, desde la importancia de competir con economías más avanzadas. Estamos muy preocupados por determinar cómo nos va en las mediciones internacionales de conocimiento, como si esos indicadores nos dieran un poco de tranquilidad sobre la posibilidad de cerrar la brecha existente con esos países que queremos imitar. Pero ¿quién le presta atención a las necesidades de educación e intereses de conocimiento de los niños? ¿Quién les pregunta qué quieren encontrar en la escuela, qué esperan de sus profesores, qué les gustaría aprender? Seguramente todavía hay quienes consideren que los niños no están en capacidad de resolver esas preguntas, por lo tanto, no encuentren mucho sentido en hacerlas.
En este mismo sentido, según Unicef solo el 30% de los gobiernos locales, alcaldías y gobernaciones, tuvieron en cuenta la participación de niños, jóvenes y adolescentes en la estructuración de los planes de desarrollo locales.
Algo parecido pasa en el caso de la adopción por parte de personas homosexuales. En este debate el interés de los niños en tener una familia es secundario. Lo importante es determinar la gravedad o no de lo que pueden llegar a hacer los potenciales padres una vez se cierra la puerta de su cuarto.
Antes de priorizar la educación, la lucha contra el maltrato y la violencia, y la superación pobreza, hay que poner a los niños, incluidos sus puntos de vista, en el centro de la agenda pública.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015