María Carolina Giraldo


Existe una creencia ampliamente aceptada de que los que medios de comunicación, en su labor de informar, presentan las noticias de manera objetiva. Sin embargo, un número importante de medios nacen como resultado de un trabajo de un partido político, un grupo social (sindicatos, empleadores) o de grupos religiosos. En este sentido, detrás de la información existe, en la mayoría de los casos, una intención política sobre lo que se busca comunicar. Entendiendo en este caso la política como la interacción de argumentos e ideas sobre los asuntos públicos.
Esta intención de comunicar desde la perspectiva política del medio no se limita a las páginas editoriales o de opinión. La forma como se encuadra la noticia, como se escogen las fuentes, como se aborda la entrevista y hasta el léxico que se emplea dan una connotación particular a la manera en la que se informa. Como lo señala Teun A. van Dijk, "el ejemplo tradicional de usar ‘terroristas’ en lugar de ‘guerrilla’ o ‘luchadores de libertad’ (…). Lo mismo sucede con el uso de ‘revueltas’ en lugar de ‘disturbios’ o en lugar de ‘resistencia’, o el uso de palabra ‘alborotadores’ en lugar de, por ejemplo, de ‘manifestantes’".
Estas inclinaciones políticas de los distintos medios de comunicación no serían reprochables si los ciudadanos contaran con las herramientas necesarias para determinar desde qué lugar se les está informando. Es decir, si el ciudadano tuviera la claridad que se está comunicando desde un medio que representa las ideas de izquierda, de derecha, a los trabajadores o a una iglesia evangélica. Desafortunadamente en Colombia esas inclinaciones no se dejan en evidencia con la contundencia requerida de acuerdo al grado de educación democrática de los ciudadanos.
Esta situación es aún más confusa en el contexto actual, donde un buen número de medios de comunicación dejaron de pertenecer a su filiación política original y pasaron a ser propiedad de grandes grupos económicos dedicados a la información y al entretenimiento. Así las cosas, queda el interrogante de sí las noticias y opiniones que publican hacen parte de la agenda económica del dueño del medio o de una línea editorial escogida desde otro criterio.
En este sentido, el trabajo de responsabilidad social de los medios debe profundizarse. Es fundamental dotar a los ciudadanos de herramientas que les permitan identificar desde qué perspectiva se les está informando, para que éste pueda hacerse una idea completa -y por qué no crítica- de las noticias y opiniones que está recibiendo y consumiendo.
Adicionalmente, se requiere una depuración de la escogencia de las noticias, particularmente en los medios televisivos se hace muy evidente que el índice de audiencia tiene una incidencia importante en la forma como se produce la información. Resulta muy triste ver los noticieros de televisión cargados de peleas doméstica cuando existen innumerables temas de política pública que afectan la vida de todos los ciudadanos que quedan sin mención.
La responsabilidad social de los medios de comunicación también debería alcanzar para que cuando se informan se tengan en cuenta todas las fuentes, todas las aristas, todos los quiebres. La intención se puede conseguir con el encuadre, el léxico o la parte editorial, pero lo responsable sería que el ciudadano pueda tener a mano el mayor número de información para su toma de decisiones sobre lo público.
Los medios de comunicación tienen un gran reto para incentivar el desarrollo de una cultura democrática sana, harían un gran aporte si logran adaptar los nuevos cambios en la manera de informar y de relacionarse con los ciudadanos desde una perspectiva pública y social, no solamente desde su interpretación de los gustos del consumidor.
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