María Carolina Giraldo


Es común que las mujeres que hemos tenido la suerte de tener un buen papá vivamos enamoradas de él, desde pequeñas ese primer amor se convierte en nuestra guía e inspiración. Una de esas niñas consentidas de su padre, acaba de ser destacada con el Premio Nobel de la Paz; con esta columna quiero celebrarla a ella a través de él.
Cuando al señor Ziauddini Yousfzai, papá de Malala, le preguntan por los tips para educar a una niña con esa valentía y determinación -esta sociedad está obsesionada con las recetas fáciles para educar- responde que no cortó sus alas. Los que somos padres sabemos lo difícil que resulta poner esa frase de cajón a funcionar. Pero lo que ha hecho el señor Yousfzai es justamente eso, romper los esquemas, los estereotipos. El papá de Malala, permitió cambiar con su hija las normas sociales establecidas para las niñas y las mujeres en su país. En primer lugar, la dignificó respetándole todos los derechos que tienen las mujeres al nacer, de una manera tan profunda y digna que su lema fue: "no cortarle las alas". Permitió que su hija fuera al colegio, que escribiera un blog para la BBC, que participara en los documentales de The New York Times, que lo acompañara en sus charlas y reuniones con amigos, no la confinó a las paredes de su casa al cumplir 13 años, no le arregló un matrimonio, la dejó continuar con el colegio a pesar de las amenazas de los talibanes. Así mismo, le enseñó a "olvidar la ley de la obediencia y del llamado seudo honor".
Y es que los hombres juegan un papel fundamental para que las mujeres podamos alcanzar esa igualdad tan esquiva. Se necesitan más padres animando a sus hijas para que vayan al colegio y a la universidad, enseñándoles cómo olvidar la ley de la obediencia, empoderándolas para que hagan respetar sus opiniones. Padres que inculquen a sus hijos que la violencia y la fuerza no son nunca una alternativa, el respeto por la voluntad de la mujer y que el trabajo doméstico nos corresponde a todos. Se necesitan más jefes que valoren la visión femenina en la toma de decisiones, convencidos de la importancia de tener equipos plurales, así como de la justicia que reside en remunerar igual a aquellos que tienen la misma formación y responsabilidades, sin importar su género. Se necesitan más maridos y compañeros comprometidos con la educación de los hijos, con las actividades del colegio, con las visitas al pediatra, con hacer la comida, con lavar los platos, la ropa y los baños. Se necesitan más ciudadanos apoyando y acompañando la participación en lo público y en la política de las ciudadanas.
¿Cómo hacer para que no solo las mujeres volvamos al feminismo por un conmovedor discurso de una actriz famosa, sino también para que los hombres se vinculen a la causa de la mujer? Como Ziauddini Yousfzai, que hoy no es el papá de una adolescente dedicada a las labores domésticas y próxima a casarse con un señor que posiblemente le doble la edad, sino de una niña reconocida con el Premio Nobel de la Paz.
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