Jorge Raad


No es fácil la respuesta a esta pregunta universal, que cada vez se usa más con el fin de delimitar responsabilidades, transferir culpas o distraer de la esencia de los hechos. El editorial de El Tiempo, del 16 de marzo, titulado: Médicos prestigio que se diluye, es otra importante voz que se ubica en la dirección de indagar sobre la calidad de la medicina que se ejerce en el país, lo cual es muy diferente al anuncio de tantos escalafones universitarios que se usan indiscriminadamente, porque las construcciones de ellos en realidad obedecen a indicadores muy puntuales y por supuesto no revelan la cualidad del ejercicio profesional de sus próximos o recientes egresados.
Totalmente diferentes son la calidad del egresado y la de su ejercicio profesional. Están entrelazadas, pero atienden diferentes papeles, aunque algunos equivocadamente piensan que siempre son causa y efecto.
Pero el llamado más importante que hace el editorialista, independientemente de las afirmaciones que deben ser analizadas con detenimiento, ubica la responsabilidad de sostener el prestigio de los médicos en ellos mismos. Es una verdad inquebrantable. No puede estar mejor defendida una profesión que por aquellos que la ejercen o la han ejercido. Por lo tanto, este asunto les corresponde.
Para defender la profesión de los médicos hay que saber el estado en que se encuentra en el país, comenzando por cada uno de los municipios y departamentos, porque indudablemente la calidad de la medicina no es igual en todo el territorio colombiano.
Hay una variable importante, que no puede dejarse de lado, donde el Estado responsable por las actividades de vigilancia y control, debe determinar si el médico tiene a disposición todo lo necesario para ejercer su profesión de acuerdo al nivel de atención en el cual se encuentra. Una hipótesis derivada es que definitivamente no.
De otro lado, un elemento adicional, el Estado hace de juez y parte, es determinar si las sociedades, grandes o pequeñas, cuentan con los servicios que requieren con calidad, diversidad, oportunidad y cobertura o, si por el contrario tienen bien establecidos los sistemas de remisión y contraremisión de pacientes, incluyendo que ellas no se retrasen injustificadamente, no existe ninguna razón válida cuando la vida del paciente depende de ellas y de otro lado se consideren distancias y sitios en donde se le puede resolver el problema al paciente.
Quienes deben hacer el estudio de la calidad de la medicina que se ejerce en Colombia, son todas las academias relacionadas con la medicina, los colegios médicos, las Facultades y Escuelas de Medicina con capacidad y credibilidad para ello, además las asociaciones o sociedades científicas. Deben ser investigaciones bien diseñadas, con todas las estrategias pertinentes, y los entes territoriales deben apoyarlas, incluyendo recursos financieros, simplemente porque es obligación conocer el estado del ejercicio de la medicina en su territorio. Con los resultados deben idear y llevar a la realidad la práctica de la mejor medicina en su territorio.
No son suficientes las palabras de los gobernantes expresadas sin sustentos reales y medibles, tampoco son útiles las encuestas cuando ellas son el único instrumento utilizado y mucho menos cualificar el ejercicio de la medicina por casos aislados exitosos o fracasos.
El ejercicio de la medicina en Colombia, no puede ser medido únicamente en los grandes y prestigiosos centros de atención, allí sólo asiste y es atendida una pequeñísima parte de la población. Y, tampoco como lo dice el editorial por las investigaciones que se realizan en el país.
Aterra, por decir lo menos, lo que afirma el editorialista cuando menciona que la mayoría de las 56(sic) Facultades o Escuelas de Medicina, son de garaje. Lo que significa que más de 28, no tendrían que existir. La cifra parece inverosímil. ¿Dónde estarán los Ministerios? Y, la siguiente afirmación: Que titulan a 5.000 nuevos egresados a granel, debe evaluarse tanto en el número como en la expresión peyorativa. Las especialidades y supraespecialidades son temas difíciles y largos, que hay que afrontar.
También es imperioso conocer sobre el talento humano médico: ¿Cuántos son los médicos generales y los especialistas, en donde están ubicados, cuántos en servicio activo institucional o privado? Además de establecer la escala demográfica de los médicos.
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