Jorge Raad


Especialmente en los tres últimos siglos las personas van saliendo del absolutismo, marcado por una aceptación sin análisis de los eventos que le sucedían a los seres humanos, así como también a sus obras y la implicación que ellas tuvieran en el devenir de sus existencias.
Los hechos de la naturaleza eran aceptados como una decisión implacable de sus dioses, y contra ellos no había poder humano que pudiera atenuarlos, prevenirlos y mucho menos detenerlos.
En las últimas décadas es común leer, oír o ver, explicaciones sobre los acontecimientos que agradan o afligen a las personas, pero ellas no siempre son universales por cuanto lo que para unos es atractivo y para otros al menos es incómodo, sin olvidar que también la indiferencia o la ignorancia pueden existir.
Para 7.500 millones de personas que viven actualmente, o los 70 mil millones de seres humanos que han pasado por la tierra, los intereses son totalmente disímiles.
Cada vez es más frecuente encontrar listados, escalafones o cualquier otra estrategia que permita identificar las situaciones comunes, o así se pretende, ya sea en modo afirmativo como cinco alimentos prohibidos, cinco vestidos prodigiosos, cinco sitios paradisíacos, cinco causas en enfermedad, cinco profesionales indispensables, cinco maneras de pintarse la cara o no haga esto o aquello, y así los registros aparecen sin límites porque los títulos son tan atractivos que pocos se resisten al menos a iniciar el conocimiento de la información.
¿Qué tan válidas son estas revelaciones, en caso de descubrir situaciones hasta ese momento ignoradas? La respuesta tiene muchos matices, comenzando por la veleidosa verdad y la dependencia de cada ser humano frente a sus intereses abiertos o encubiertos.
El patólogo mexicano Ruy Pérez Tamayo, un importante humanista con infinidad de cualidades derivadas de su dedicación a la ciencia y al pensamiento, ha escrito textos de diferente índole entre los cuales aparece en el 2013 Diez razones para ser científico. El documento pudiera confundirse con las series enunciadas antes. ¡Pero no, es totalmente diferente! Es un texto serio que debiera ser leído por todo estudiante universitario y de pasada, porque les haría un bien inmenso, por quienes están cursando especialidades, maestrías o doctorados. ¡Aah, y quienes ya lo son, el beneficio de su lectura es inconmensurable!
La simple enumeración de las razones invita a pensar, aún no siendo científico y no viviendo en México, porque puede ser aplicable íntegramente a Colombia. Las afirmaciones son: Para hacer siempre lo que me gusta, ello es vital en los investigadores, es un contrasentido un trabajo forzado.
Pueden agruparse otras razones así: Para no tener jefe y horario en el trabajo. Serían un ideal para el libre desarrollo de las acciones investigativas, pero son relativas y controversiales. La disciplina es una condición en la investigación aunque el cerebro no tiene límites como también lo enuncia Ruy Pérez: Para usar mejor el cerebro.
El insigne médico indica otras dos razones: Para no aburrirse y estar siempre contento en el trabajo.
No parecen tener relación estos dos motivos: Para que no le tomen el pelo y para hablar con otros científicos. A pesar de que él ha demostrado una experticia en popularización de la ciencia, estas razones estarían demás porque se supone su estado científico que implica conocimiento aunque no reproduzca experimentos.
Él siempre ha sido defensor y crítico de México e indica que una de las razones es: Para aumentar el número de científicos en el país azteca. ¡En Colombia hacen falta más verdaderos!
Finalmente acota: Para no envejecer. Un buen propósito, a sus 92 años sigue siendo un baluarte científico por todos sus ejemplos y la producción validada. Ruy Pérez es el autor de un fenomenal texto: El Viejo Alquimista.
Hay que recalcar lo que dice el Maestro Ruy con respecto a la vocación cuando finaliza expresando: A nosotros nos gusta lo que hacemos bien.
Un hombre que recuerda en su humanismo a Aquileo Asmar Orozco, Félix Henao Toro y Guillermo Arcila Arango.
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