Jorge Raad


El homenaje a la mujer realizado el día de la madre quizá es el único que debe permanecer en el calendario de festejos hechos en forma individual a los miembros de la comunidad. Ni el día del padre, ni de los novios, ni de los amigos, ni ningún otro se aproximan al que debe acompañar a quien mediante la maternidad ha ayudado a conservar la especie humana, y festejar a la persona que prodiga amor y cuidados sin límite a sus hijos. El camino para quitarle la connotación comercial y cambiarla por una fecha eminentemente afectiva y de reconocimiento podría ser la mejor manera de elevar a la mujer al pedestal que se merece en su condición de madre.
Hay varios hechos que deben ser ratificados y convertirse en conductas de permanente realización, sin claudicar un ápice, como lo es el respeto por el llamado conjunto madre-hijo. El Estado es el primer responsable, condición que no puede dejarla al vaivén de otras entidades, y en cualquier caso que no se le otorgue la atención con calidad que incluye oportunidad, cobertura y apoyo científico-tecnológico tanto a la madre como a su descendencia, deberá ser demandado por negligencia.
No hay disculpas para que la madre y su hijo no tengan protección total a sus cuerpos, comenzando por la nutrición adecuada y siguiendo con una permanente y relativa salud psíquica. Jamás violencia en contra de ellos. La sociedad debe propender sin atenuantes porque se cumpla el respeto a ultranza por la madre y su hijo. Da inmensa tristeza cuando se oye despectivamente: ¡Es culpa de ella, quién la mandó a tener hijos! Si se reivindica el mérito de ser madre, se está exaltando la valía de ser mujer.
La madre y su hijo deben ser protegidos aún en los sitios más remotos. Es una vergüenza que todavía la atención materna, en cualquiera de sus fases, esté en un limbo que se evidencia cuando faltan el recurso humano capacitado y los más esenciales equipos e insumos en muchos centros de atención del país. Ni la madre ni el hijo deberían morir por falta de los recursos adecuados.
La semana anterior fue publicado un informe sobre el estado de las madres en 179 países, en el año 2015. No importa el lugar, 75, que ocupa Colombia en el escalafón planteado por Save the Children, una organización mundial que propende por la defensa de los niños. Lo trascendental es conocer los indicadores y qué tanto falta para ser una nación en donde la mujer y sus hijos tengan la posibilidad real, no las ficticias políticas, administrativas o sociales, que desdibujan las verdaderas necesidades del complejo madre-hijo, el más importante para los seres humanos.
El mejor país para las madres es Noruega, España ocupa el lugar 7. El peor es Somalia y no hay ninguno de América o Europa entre los 10 últimos.
Las ubicaciones anteriores son el resultado de un cruce de datos que dan como resultado una escala construida periódicamente, basada en los siguientes datos: 1-La probabilidad de morir de una mujer por causa materna; 2-La mortalidad de menores de 5 años por cada mil nacidos vivos; 3-La esperanza de escolaridad desde la primaria hasta la terciaria, universidad y tecnología; 4-Producto interno bruto por persona; 5-Participación de la mujer en el gobierno nacional, incluyendo el Congreso. ¿Qué tan cerca de las metas?
Tres cifras que deben ser tenidas en cuenta en Colombia. En el sector más pobre, solo el 83% de las mujeres embarazadas tuvieron al menos 4 controles prenatales, mientras en el sector económicamente fuerte fue del 99%. La atención del parto fue de 98% y 100% respectivamente. La vacunación contra el sarampión muestra la actividad del Estado en el sector más desprotegido con el 98% de inmunizados frente al 83% en el sector económicamente superior.
Nota: ¿Qué significa ser la Nación más educada?
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