Jorge Raad


A diferencia de antes, la sociedad actual está más involucrada en los estudios universitarios. Ello porque la mayoría de los padres no eran profesionales y quienes aspiraban a obtener títulos que les permitieran ejercer una profesión eran una excepción. Los demás debían engrosar las fuerzas laborales por varias razones generalmente de oportunidades respaldadas por factores económicos.
Quienes no llegaban a la universidad poseían sueños que poco a poco se iban diluyendo con la realidad inmisericorde del tiempo y las responsabilidades frente a las familias. Sin embargo, no pocos en lo más recóndito de su ser albergaban esperanzas de una actividad diferente a las agropecuarias o de las conocidas citadinas, más como una demostración de fortaleza interior hacía el futuro que sustentadas en la realidad.
La diversidad de estudios, una cada vez mayor oferta de ellos y las facilidades que se otorgan para ingresar a las instituciones de educación superior e inclusive con la presencia fundamental del Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, que afortunadamente hoy va más allá de la idea original, decenas de miles de estudiantes se matriculan para una formación(?) que antes estaba vedada a ellos.
De otro lado: ¿Se justifica hoy el número de años que tienen que cursar los futuros profesionales? Las respuestas son numerosas en uno u otro sentido: si/no. Pero también pueden aparecer aquellas como: no sabe/no responde, que en esta oportunidad son justificables.
A favor: Se necesitan todas las horas empleadas a través de los años para llegar al título o diploma para iniciar su vida profesional. Aparecen al menos dos decenas de explicaciones que no deben ser desdeñadas de primera intención y que conducen a mantener incólume el estado actual de las cosas. Por el contrario, para un número menor de años las respuestas son menores e igualmente contundentes pero poco a poco van en aumento, penetrando algunos núcleos académicos y sociales.
La premisa repetida que no debe olvidarse, se refiere a que las instituciones de educación superior, en donde se incluyen por derecho propio las universidades, tienen la obligación de formar para toda la vida, con los mejores estándares de calidad existentes y no para la coyuntura de un gobierno o la temporalidad de una crisis o una bonanza.
Partiendo de lo expuesto y del derecho de todos a formarse en el área de su vocación, que es lo primero, debe incorporarse siempre y cuando demuestre que tiene cualidades. ¿Cuáles? No pueden ser las acartonadas condiciones que algunas de ellas vienen desde hace más de dos mil quinientos años, aunque existen varias que siguen siendo válidas. Pero tampoco una prueba debe determinar su futuro profesional, es un embeleco absurdo derivado de las incapacidades institucionales, especialmente en las estatales.
La segunda premisa se refiere a quien obtiene un título, jamás debe abandonar el estudio, -teórico-práctico-investigativo-, de las materias relacionadas con su profesión y de otras que complementan al ser humano, su familia, la sociedad, su trabajo y su relación con el entorno. Una obligación abandonada de la universidad o mercantilizada en extremo.
La universidad tiene que ser muy dinámica, en permanente evolución como lo requiere la sociedad moderna. Cuando la institución sólo atiende a lo cotidiano va dejando de lado su misión aunque aparente actividades por doquier.
Definitivamente, se impone una reducción en los años de estudio universitario del segmento mal llamado pregrado. Se necesitan estrategias modernas, abandonar los mecanismos anacrónicos que están en contra de la realidad, inimaginables hace 40 años. Se hace imprescindible contar con mentes diáfanas, sapientes, experimentadas y valerosas que produzcan los cambios urgidos. Con el análisis respectivo y fundamentado, el gobierno debe proceder. Es casi inverosímil que en la actualidad los estudiantes universitarios tengan al menos tres meses calendario de vacaciones.
En medicina deben ser replanteados totalmente los años mal llamados, ahora, como internado y servicio social obligatorio, que son residuos de otras épocas en donde terminaban siendo vitales para la sociedad. Urge pasar a una mayor área práctica efectiva.
Un punto aparte son las especialidades y supra especialidades médicas, las cuales merecen un análisis diferente.
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