La Academia de la Lengua incluyó el verbo ‘lentificar’ en la XX edición de su diccionario (1984) con la siguiente acepción: "Imprimir lentitud a alguna operación o proceso, disminuir su velocidad". Y el nombre que expresa la "acción y efecto de lentificar" (‘lentificación’), apenas en el 2001 (XXII edición), olvidándolo en la de 1992. ¡Diecisiete años!, ¿por qué? Extraño, como también lo es que no haya dado su etimología (del adjetivo ‘lento-a’ y la desinencia ‘–ficar’, que, según la misma fuente, "forma verbos que significan ‘hacer, convertir en, producir’, como ‘petrificar, magnificar, mitificar’). Sea de ello lo que fuere, ya con estas nociones podemos entender lo que la redacción de LA PATRIA quiso decir con la siguiente información: "Hacienda y Planeación, al contrario, sostienen que el proceso se lentificó hace unos tres años" ("Constructores y el Municipio cuestionan retrasos del IGAC", 19/9/2014). Son sinónimos suyos, y también neologismos, ‘ralentizar’ y ‘ralentización’, términos procedentes de ‘ralentí’ (del francés ‘ralenti’), que, en cinematografía, significa ‘cámara lenta’. Del francés también (‘au ralenti’) la locución ‘al ralentí’, que quiere decir "con una velocidad inferior a la normal".

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No recuerdo si alguna vez prometí no volver a referirme al enfadoso ‘lenguaje incluyente’. Si lo hice, la siguiente frase de la congresista Ángela María Robledo -del Polo o del Verde, tampoco lo recuerdo- me obligó a romper la promesa: "Mientras el 12% de los niños del país sufre desnutrición crónica, 70% de los niños y niñas guajiras padecen el mismo flagelo" (LA PATRIA, 23/9/2014). Para Jacinto Cruz de Elejalde este ‘lenguaje incluyente’ es traicionero. Lo comprueba la primera parte de la afirmación, porque dice "de los niños del país", cuando, según el lenguaje de marras, debió decir "los niños y las niñas", como sí lo hace en la segunda parte, pero atropellando aún más el buen castellano, que pide que, cuando un adjetivo califica nombres masculinos y femeninos, debe construirse con el género gramatical masculino ("niños y niñas guajiros"). Esa segunda parte, en buen lenguaje, sería ésta: "…setenta por ciento de niños guajiros padece el mismo flagelo". ¡Dejémonos de bobadas, y escribamos castellano!

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"La edad, a muchos, nos impide deleitar una bandeja paisa". Idea mal expresada, obviamente, porque la acción del verbo transitivo ‘deleitar’ recae sobre el objeto, no sobre el sujeto, y, ciertamente, a una bandeja paisa no se le puede causar placer, pues le da lo mismo que a quienes la coman les guste o no. Sin embargo, esto fue lo que dijo Eduardo Posada Carbó en la siguiente declaración: "En la mesa me esperaban algunos amigos, todos deleitando un whiskey" (El Tiempo, 26/9/2014). "…todos deleitándose con un güisqui", o "…todos saboreando un güisqui". La acción del verbo transitivo ‘saborear’ ("percibir detenidamente y con deleite el sabor de lo que se come o bebe") sí recae directamente sobre el objeto, razón por la cual éste si puede ser su complemento directo, no la del verbo ‘deleitar’ en la frase citada, pues en ella es pronominal. En otros casos, sí, cuando es transitivo, por ejemplo, "la novena sinfonía de Beethoven deleita a quienes la escuchan; la Pietá de Miguel Ángel, a quienes la ven; y un churrasco argentino, a quienes lo prueban". O un ‘güisqui’ -vocablo aprobado ya por la Academia, como también ‘güisquería’, el lugar donde se expende este licor-.

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En latín, ‘post’ es una preposición, que significa ‘detrás de’; en castellano, un prefijo (‘postdiluviano’), casi siempre empleado sin la ‘te’, por ejemplo, ‘posgrado’, ‘posguerra’. El editorialista de nuestro periódico escribió: "…como recursos reales para financiar la difícil etapa del post conflicto a la que nos estaríamos acercando" (26/9/2014). El ‘posconflicto’, sueño de Santos, al que inclusive ya le nombró ministro ("ensillar sin traer las bestias", se llama eso), se escribe así, una sola palabra. Nota: ‘Pos’ tiene otros dos significados: ‘postre’ (de las comidas); y ‘detrás de’, en la locución ‘en pos de’.