José Jaramillo


En los debates en los que se confrontan ideas para tomar decisiones sobre un asunto cualquiera, cuando se han agotado los recursos dialécticos y se cae en la modorra de la repetición de la repetidera, alguien solicita que se vote la suficiente ilustración, es decir, que se admita que todo está dicho, y se proceda a votar para tomar la decisión final. Con mayor razón cuando hay en la agenda otros puntos para debatir, a los que se les está quitando tiempo.
El tema de la paz en Colombia ha sido debatido hasta la saciedad. Desde los más viejos hasta los niños que apenas balbucean sus primeras palabras, a lo largo y ancho de todos los estamentos de la sociedad, sin importar los niveles de educación, puede decirse que no hay colombiano que no sepa de qué se trata cuando se menciona la paz; y no aspire a que esta pueda alcanzarse, aunque se tengan ideas diferentes para alcanzar el objetivo. Pero en términos prácticos es imposible darle gusto a todo el mundo, por lo que hay que atenerse a lo acordado por unas comisiones escogidas para estudiar el caso y, finalmente, ratificar tal acuerdo a través de una consulta popular, para que los ciudadanos, haciendo uso de sus derechos democráticos, digan finalmente si están de acuerdo o no.
Si se acogen las ideas de todos, no solamente se dilata el proceso indefinidamente, sino que se termina tomando la peor decisión, como pasó con el camello, que fue un caballo diseñado por una numerosa comisión de expertos y miren lo que hizo. Es el único animal que ni siquiera chiquito es bonito.
Un punto relevante en todo este proceso es que por todas partes en Colombia y en el exterior, entre los colombianos residentes allende las fronteras, los medios de comunicación, la dirigencia política, los inversionistas y las iglesias de todos los credos, la palabra paz, asociada al país que ostenta el melancólico récord de tener el conflicto armado más antiguo del mundo, vuela de boca en boca, siempre con la esperanza de que por fin sea una realidad que, aunque imperfecta, es un avance maravilloso. Emociona de verdad que, en todas partes donde se reúne un grupo de personas, de cualquier edad y para cualquier cosa, se hable de paz con esperanza, a través de las más variadas expresiones.
Lo que sigue es complicado, porque los espacios que dejen las Farc los querrán ocupar bandas criminales que solo buscan hacer plata. Pero ese es otro tema que habrá que afrontar con mejor disponibilidad de la fuerza pública y una justicia eficiente. Y la reconciliación hay que hacerla. Pero si hay que abrazar guerrilleros, que sea a Tania, la holandesa.
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