José Jaramillo


Una eventual llegada al poder ejecutivo de un miembro del Centro Democrático, dados los viscerales odios de su comandante y jefe supremo contra el actual presidente, doctor Santos, provocaría cambios muy severos en costumbres ancestrales. Por ejemplo, eliminaría palabras como "santos" del uso oficial, inclusive en el calendario religioso; y desataría una guerra jurídica contra los infractores, es decir, contra quienes pronuncien en público la palabra "santos", lo cual es posible colocando incondicionales amigos del régimen en juzgados y magistraturas, y cambiándole a la Constitución Nacional cualquier "articulito" que incomode.
Así las cosas, en las lecciones de filosofía los profesores solo podrán llamar Tomás, o Tom, a santo Tomás Moro. Los militares, en sus claves para comunicarse en secreto, deben cambiar el santo y seña por cualquiera otra cosa. Nada de jueves y viernes santos; simplemente jueves y viernes de pasión. Y la Semana Santa será la Semana Mayor, y punto. Si alguien quiere viajar a Tierra Santa diga que va para la Mesopotamia, para no correr el riesgo de que le cancelen el pasaporte.
La cosa puede ir más allá. Los santos patronos de los municipios serán derogados. Los agricultores tendrán que reemplazar a san Isidro Labrador por una mula, un buey o un jeep. Y a los conductores que mencionen a San Cristóbal como su protector se les impondrá un parte de 10 salarios mínimos diarios. El día de Todos los Santos desaparece, porque se supone que incluye a toda la familia de Juan Manuel Santos.
Del registro de la historia patria desaparecen Santos Acosta y Eduardo Santos. A Enrique Santos Montejo solo podrá mencionársele como Calibán. Ricaurte no será más el héroe de San Mateo, sino un manipulador imprudente de explosivos. La vuelta a Colombia no podrá pasar por poblaciones como Santa Rosa (ninguna de las tres), San Gil, San Basilio de Palenque, Todos los Santos, Santa Cecilia y San José del Guaviare. Llueva, truene o relampaguee no se podrá mencionar a santa Bárbara bendita. Las orquestas no podrán interpretar San Fernando (san, san, san Fernando), del maestro Lucho Bermúdez, en lugares públicos; y menos en programas de televisión. Y los atletas colombianos no podrán participar en la Maratón de San Silvestre.
Exclamaciones como ¡Santo Cielo!, ¡Santa Pacha bendita! y ¡Santo Dios!, para no ofender al régimen, tendrán que ser reemplazadas aunque sea por ¡ay juepucha! o ¡mierda!
En un eventual gobierno uribista, una comisión de la Academia Colombiana de la Lengua viajaría a España, para tratar de que los miembros de la RAE, para una próxima edición del diccionario, eliminen la palabra "santo". Todo es posible, porque el poder es para poder. Falta por definir qué se haría con Pachito Santos.
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