José Jaramillo


Alguien decía que "(…) el político necesita cultura. Sin ésta no es posible que pueda cumplir ninguna función en el manejo del Estado. Los políticos incultos dañan la suerte del pueblo. Como no obedecen a guías doctrinarias, al llegar al poder no saben qué es lo que es acertado hacer. El verdadero conductor debe tener formación humanística". Ese principio es aplicable también a los dirigentes empresariales, cuya gestión va más allá de acumular riquezas, dado el compromiso social que adquieren, con sus trabajadores, con el país, con la región donde desempeñan sus actividades, con la cultura, el deporte y la educación; con el apoyo a iniciativas innovadoras y con la asistencia a los más débiles, a través de organizaciones humanitarias. Ese tipo de empresarios admite que ellos son administradores de patrimonios que, por las dimensiones que adquieren, se vuelven comunes. Así lo entendía don Eduardo Arango Restrepo, quien, además de tener olfato para los negocios, poseía una cultura humanística amplia. Más allá de los temas industriales y financieros, navegaba por la literatura, la historia, la música y el arte; además de ser un curioso investigador de los idiomas de los países en los que permaneció algún tiempo en funciones de trabajo.
El grupo empresarial Los Azucenos, del que era líder indiscutible don Eduardo, no solo quería hacer plata, sino sustituir importaciones, para que el Estado no dependiera exclusivamente de las divisas que generaba el café; crear empleos productivos, para mejorar la calidad de vida de los manizaleños y los caldenses, golpeados por las calamidades públicas de principios del siglo XX; superar el concepto individualista de “compañías ni con la mujer”, para introducir la cultura de sociedad anónima, porque había que “juntar centavos que representaran algún capital, porque los negocios se hacen con plata”; “buscar productos de salida fácil (…), porque los de mercado lento requieren más inversión”; “ejercer actividades donde no meta mucho las narices el gobierno”; “ocupar gente, porque el que trabaja compra y al primero que le compra es al que le da trabajo”; y “servir a la sociedad, a través de la cultura, la creación de empresas (…) y la solidaridad con las causas cívicas (…), para edificar una imagen personal, que por extensión acredita los negocios”. *
Don Eduardo se quejaba del daño que le hizo a Manizales, la señorial y pujante; y a Caldas, “el departamento modelo”, la ruptura que se produjo entre algunos círculos sociales y los empresarios, y la dirigencia política emergente, porque a ésta se le dejó que hiciera lo que quisiera con la administración pública, cuando solo la inspiraba crear empresas electoreras, para fortalecerse y perpetuarse en el poder. Por eso don Eduardo, después de las pasadas elecciones, proponía que se apoyara al alcalde electo de Manizales, así no se hubiera votado por él, para que tuviera el respaldo necesario para garantizar una buena gestión en beneficio de todos. A sus 90 años, don Eduardo no dejaba de pensar en lo mejor para su “Manizales del alma”.
*Jaramillo Mejía, José. Con las velas desplegadas. Eduardo Arango Restrepo. AD Impresos.
Manizales, 2013.
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