El liberalismo filosófico no tiene mucho que ver con el actual Partido Liberal. Ser liberal, además de que "es un honor que cuesta", como dijo el general Uribe, imprime carácter y es una forma de ser que abarca aspectos intelectuales, morales y de comportamiento social, que tienen que ver con el libre pensamiento y la tolerancia. Esta idea la sintetizó así Voltaire, uno de los enciclopedistas: "No estoy de acuerdo con usted, pero doy mi vida por defender el derecho que tiene a pensar distinto". En cambio, de un señor que se proclamaba portaestandarte del liberalismo, decía su propia esposa: "Fulano es muy tolerante con todo el que esté de acuerdo con él".
La educación, como factor determinante para la superación social de la gente, ha sido, a través de los siglos, tarea de humanistas y recurso de demagogos. Los primeros, para hacer justicia social; y los segundos para conquistar adeptos. El iluminismo, movimiento cultural y político francés del siglo XVIII, se dio a la tarea de difundir la cultura, haciéndola accesible al vulgo, al común de la gente. De ahí la idea de la enciclopedia, para condensar en una sola obra, de forma sucinta, todo el conocimiento, en artes, ciencia, biografías, matemáticas y demás. Lo que llamó el periodista colombiano del siglo XX, Enrique Santos Montejo, "Calibán", "un mar de conocimientos, con un centímetro de profundidad".
Hay que reconocer que, en Occidente, la gran educadora ha sido la religión cristiana, identificada en el catolicismo, el protestantismo, el anglicismo y la Iglesia Ortodoxa griega. Las otras, las de garaje, no cuentan para el caso. Pero el trabajo de estos maestros ha sido evangelizador, es decir, que la suya es una educación dogmática y confesional. Tanto así, que hasta la ciencia ha tenido que enfrentarse al dogmatismo inquisidor, que rechaza evidencias científicas, por contradecir principios doctrinarios arcaicos. De esa educación confesional proviene la influencia religiosa en la sociedad, protegida por estados que, ante su incapacidad de educar a los pueblos, han dejado esa labor a los clérigos.
Sin dejar de reconocer los méritos de esa labor de la religión católica en Colombia, dirigentes políticos liberales de distintas épocas han reclamado una educación básica "laica, obligatoria y gratuita", como la definió el general Santander. Pero las jerarquías religiosas, ante la amenaza de ver disminuida su influencia en la sociedad, han hecho alianzas con la contraparte política, los conservadores, devolviéndose favores: los curas conservan su influencia y la protección del Estado y los conservadores consiguen votos. Muy eficiente ha sido el confesionario para influir en los feligreses, especialmente en las mujeres, lo que llamó López Michelsen "las faldas asustadas". El párroco de un corregimiento caldense, así le reportaba al senador conservador en campaña: "Si toda esa gente cumple la penitencia, ganamos, doctor".
A la tarea de liberalizar la educación, con la cobertura, la gratuidad y el libre pensamiento, y reconociendo la apertura de la Iglesia Católica hacia el humanismo, le apareció, por obra y gracia del nuevorriquismo, una educación elitista, en colegios y universidades de "dedo parado", para cavar una zanja clasista que divida la sociedad.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015