José Jaramillo


Cuando se menciona a un filósofo parece que se bajara una cortina de hierro, para separar al iluminado del resto de la gente. La cosa no es tan grave. Fernando Savater en su libro "Las Preguntas de la Vida"* reduce a tres premisas el intrincado asunto de filosofar, en un lenguaje profesoral, para estudiantes de secundaria. Ésas son: Información, Conocimiento y Sabiduría. Con las dos primeras se puede tener erudición, que es saber mucho sobre uno o varios temas; y la otra se refiere a la capacidad de asimilar la información y el conocimiento para estimular la creatividad y el discernimiento, que es lo que desarrolla en el individuo la capacidad de resolver problemas, materia prima del liderazgo. Éste, a su vez, es mucho más que excitar o alborotar masas o grupos de personas: es la capacidad de dirigirlos hacia objetivos determinados que los motiven.
El siglo XXI dicen que es el del conocimiento. Y aquí hay que distinguir entre información y conocimiento, y creatividad. Esta ecuación la resolvió el filósofo paisa Fernando González, maestro de juventudes, de la siguiente manera: "El asunto no es meterles a los muchachos cosas en la cabeza, sino enseñarles a meter la cabeza en las cosas". Desde Tales de Mileto, padre de la filosofía, el hombre busca la razón de su ser, asociada a la naturaleza y al cosmos, en una interminable sarta de preguntas que otros filósofos que lo sucedieron se han hecho. Interrogatorio que no parece tener fin, según Édgar Morin con su teoría del Pensamiento Complejo; y en forma más simple, pero no menos importante, los niños media-lengua, en una edad que alguien llamó "la edad del pedo", cuando los infantes, ansiosos por saberlo todo, preguntan: "¿Pedo pod qué?", lo que pone en apuros a padres y tutores, porque esa pregunta la repiten los niños una y otra vez, cada que reciben una respuesta, como Sócrates en sus clases, que contestaba preguntas con preguntas, creando una cadena sin fin de interrogantes.
Lo anterior sirve para entender que los directivos políticos, empresariales y sociales, que ostentan variedad de títulos en tecnológicas exactas, sometidas al rigor de los sistemas mediante procesos de aplicación y cumplimiento inexorables, sin ninguna posibilidad de variación circunstancial ("Yo soy yo y mi circunstancia", dijo Ortega y Gasset), no son ningunos genios. Son técnicos a quienes meten en una metodología rígida, como si los montaran en una vagoneta de la montaña rusa, los amarraran y les trancaran la puerta por fuera. "El técnico es un bárbaro", dijo alguien, y agregó: "Como el ciego, que dentro de su habitación se mueve con propiedad, pero fuera de ella se tropieza con todo".
*Savater, Fernando. Las Preguntas
de la Vida. Planeta Editorial
Colombia, Bogotá, 1999.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015