José Jaramillo


El libro “Arboleda, Caldas. Horror y Esperanza”* parece el relato del horror que han tenido que soportar innumerables comunidades colombianas, especialmente rurales, a lo largo de muchas décadas, con los mismos elementos de sevicia y crueldad, cuya sola enunciación crispa la piel y arruga el alma. Quienes pertenecemos a la llamada “generación de la violencia” hemos sabido de infinidad de esos episodios sangrientos; y algunos los captamos de cerca con ojos espantados, cuando aún éramos niños. A los relatos contenidos en el libro de Alexánder Ballesteros Gallego basta con cambiarle el nombre a la población y pueden adaptarse a episodios semejantes a lo largo y ancho de nuestra amada Colombia, desde el Chocó, exuberante y misterioso, hasta las apacibles provincias de Cauca y Nariño. Desde las inmensas llanuras orientales -cuyos campesinos parecen dejados de la mano de Dios y del Estado, pero hasta quienes sí ha alcanzado la mano siniestra del horror de una guerra que jamás han comprendido- hasta las costas pacíficas, cuyos pobladores entonan las melodías de sus antepasados africanos y lloran sus muertos con los rituales del asombro.
Y desde la Guajira -que muestra en su superficie reverberante un inmenso desierto de sal y carbón, oculta en sus entrañas las riquezas de los hidrocarburos y es maestra de sensatez con la cultura milenaria de sus aborígenes, que ofician sus ritos en los altares de la Naturaleza- hasta las ondulaciones de las cordilleras que se extienden sobre la superficie central de la patria, escoltadas por los ríos tutelares, donde revientan semillas de café, fríjol y maíz, puestas en los surcos por manos de campesinos piadosos; y esconden bajo la piel de la tierra papas, yucas y arracachas, mientras en los corredores, adornados con orquídeas, primaveras y josefinas, rasgan los tiples canciones evocadoras y enamoradas... Esto, que es la realidad colombiana, hace muchos años que apenas puede verse en los documentales que transmite la televisión, gracias a la osadía de los artistas del video, porque de la realidad se apoderaron el miedo y los fusiles.
Los relatos de los personajes del libro, sobre los sucesos del 29 de julio de 2009, ocurridos en la apacible población de Arboleda, corregimiento del municipio de Pensilvania, Caldas, no los ha novelado el autor, ni los ha maquillado con truculencias amarillistas, para buscar éxitos editoriales. Son las vivencias de humildes policías, y de sus familias, sobre quienes cayó una avalancha de maldad, y de odio hacia las instituciones nacionales, personificada en centenares de bandidos a quienes les ha envenenado el alma la guerra; muchos de ellos han nacido y se han criado en ella; y es para algunos fuente de riquezas, mientras que otros son apenas “idiotas útiles” de intereses perversos. Pero el libro es, esencialmente, un homenaje a la institución policial, cuyos hombres tienen muy claro el concepto de honor, mística y valor. Los policías merecen, como todos los colombianos, especialmente los más golpeados, los campesinos, que caiga sobre ellos el espíritu divino en lenguas de paz.
* Ballesteros Gallego, Alexánder. Arboleda, Caldas. Horror y Esperanza. AD Impresos. Manizales 2016.
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